Si yo fuera el presidente Iván Duque Márquez, hoy mismo pelearía con todos los políticos que me rondan. Incluyendo al mismísimo Uribe.
Es cierto que su apoyo electoral fue importante. Y, como ya es habitual, van a estar cobrándole de la manera como también es costumbre: con puestos y contratos. Pero esas son las mieles de una mermelada que Duque ha descartado en todos los foros.
Ahí es cuando a uno le gustaría encontrar en la política una especie de Videoarbitraje como el que opera en el mundial de fútbol. Con el VAR el presidente se habría dado cuenta, por ejemplo, que aquel respaldo generoso del director del Partido Liberal solo tenía la intención de meter a su hijo en el gabinete.
Mírenlo (a Gaviria y al resto): no le dejan pies ni pisada.
Ahora quieren estar en todas las comisiones de empalme y salir en cuanto foto quieren publicar los medios. Hasta hablan en su nombre, vaya descaro, como si Duque no tuviera capacidad para pensar o decidir.
En el fondo están disputándose el poder que no tienen. Quieren los ministros que no ha nombrado el mandatario electo y, lo que parece más importante, demostrarle al mundo que los que mandan son ellos.
Por ahí lo vimos la semana pasada abrogándose el derecho a actuar con la supuesta autoridad del nuevo gobierno, en contra, inclusive, de lo que postula el líder auténtico. Al fondo las cámaras mostraban al señor feudal, atento pero sin inmutarse, porque los vasallos saben interpretar muy bien su silencio.
Duque había sido contundente: busquen consenso. Pero no. El casi exsenador José Obdulio decidió buscar el suyo alrededor de la ley reglamentaria de la Jurisdicción Especial de Paz y consiguió a contracorriente que el Senado aprobara modificaciones que, según los entendidos, la ponen en riesgo.
Los militares le dijeron, inclusive, que la propuesta original era más favorable que la modificada, pero la corte uribista también renunció a ese consenso y sacó adelante la iniciativa que creó una jurisdicción especial dentro de la especial para juzgar a los soldados, en la que estos ya no tendrán que decir la verdad ni reparar. Algo quedará irremediablemente bajo la duda.
Y al cierre del debate tenebroso, una declaración arrogante de la tristemente célebre Paloma Valencia: “este es el gobierno de Iván Duque”. Según ella, claro.
Porque a estas alturas el panorama está claro: No es que Duque actúe en cuerpo ajeno, como lo sugirieron los despiadados detractores que lo asociaron siempre con una obra titeresca.
En verdad hay unos cuerpos ajenos que quieren actuar en el de Duque.
Por eso mi insistencia. Pelee con todos ellos, señor Presidente electo. En el acto. Hágalo de manera rabiosa. Muéstrele que, incluso en la época feudal, el señor feudal es siervo del rey.
Dígales, si lo prefiere con suavidad, que usted no ganó por ser uribista sino por ser un uribista diferente.
albertomartinezmongerrosa@gmail.com
@AlbertoMtinezM
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