Los partidos que registran mayor intención de voto son el Liberal y el Centro Democrático, que ha reemplazado al partido Conservador en esa categoría. Les sigue el partido de los Verdes y luego el Partido de la U, Cambio Radical y el Polo, con votaciones potenciales inferiores. Se podría pensar que de esta situación surge más o menos un equilibrio, pero no lo es en primer lugar porque el Centro Democrático es muy organizado, tiene unidad ideológica, excelente manejo de las comunicaciones y aparente unión. El partido Liberal, por el contrario, no tiene un jefe en pleno ejercicio que esté dando línea e imponga disciplina y unidad de criterio. Es una marca que cobija a varias facciones, barones electorales e individuos más o menos independientes, algunos de ellos con aspiraciones presidenciales no totalmente justificables.
La izquierda está dividida. El Partido Verde tiene un exceso de aspirantes a la presidencia y tampoco sabe qué camino tomar, consciente de que solo no puede. El ambiente se presta para pensar en coaliciones y ya han aparecido propuestas de formar una gran coalición tanto de partidos como de líderes de centro izquierda, o en la derecha.
El liberalismo, contando sorprendentemente con el caudal de votos potenciales que todavía conserva, no se ha organizado para aprovechar esta oportunidad de liderar. Algunos de sus congresistas solamente están pensando en cómo sacar tajada a corto plazo o a qué árbol se arriman, cuando colectivamente tienen un bosque a su disposición y una gran masa de ciudadanos que podrían atraer si deciden recuperar el partido que se puso al servicio de los más débiles y facilitó la consolidación de la clase media.
Personas bien intencionadas han estado fomentando intercambios entre Germán Vargas y el Centro Democrático que parecen haber disparado alarmas entre propios y ajenos. Esta alianza podría ser muy efectiva electoralmente pero no se ve muy viable. En primer lugar, porque es difícil imaginar a Vargas Lleras asumiendo un papel subordinado como el de Pastrana, o a Uribe exponiéndose a apoyar a alguien que no le haga caso. Esa unión tendría una consecuencia no prevista por sus promotores. Obligaría a todos los demás a unirse para protegerse. Se enfrentaría entonces una coalición de matices de derecha contra otra de matices de izquierda.
Es más probable que surjan tantas rivalidades personales en ese escenario que conducirían a una desunión y todo volvería entonces a la situación actual en la que los aspirantes siguen trabajando para debilitar o desprestigiar a otros sin dar la cara ni arriesgarse a asumir un liderazgo o enriquecer la discusión en circunstancias como la actual en la que la ciudadanía está sedienta de orientación y cansada de enfrentamientos e indefiniciones. Es en esas condiciones en las que surgen inesperadas tercerías concebidas a la carrera, que no se sabe con qué propósito han sido promovidas, pero que pueden cerrarle el paso a mejores opciones que no se han hecho explícitas.
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