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Palestra deportiva | De béisbol hablemos hoy

Como saben, Colombia fue campeón de los Juegos Centroamericanos y del Caribe en el 46. Un título conquistado porque Dominicana se negó a jugar por no tener un pitcher.

La verdad siempre por delante, así no le guste a muchos una calificación que se mereció el equipo de béisbol de Colombia en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, que tantos repudios se ganó desde el momento mismo en que debutó ante a Panamá, equipo que frente al nuestro, era un perdedor consuetudinario en todos los eventos olímpicos y campeonatos regionales y resultó a las diez de últimas propinándole una derrota al equipo colombiano. 

Aceptado está que no siempre puede ponerse sobre un diamante beisbolero un equipo tan bueno como los conocidos por los aficionados en eventos pretéritos. Sin embargo, Colombia tuvo un equipo que alternadamente le daba guerra a los mejores del hemisferio.

Desde luego, también hay que reconocer la sangría ocasionada periódicamente, por el béisbol organizado, pulpo deportivo que permanentemente le substrae los pocos valores que se destaquen en el curso de temporadas locales.

Como todos saben, Colombia fue campeón de los Juegos Centroamericanos y del Caribe en el 46, aunque su título fue conquistado en un diamante tomasino carente de espectadores, solo para cumplir el mandato de un torneo que exigía un partido de desempate, a lo cual se negó República Dominicana, luego de haber protagonizado una división de honores de 14 innings con este mismo contendor.

¿Por qué se negó o se negaron los dominicanos a jugar el desempate que exigían las reglas? Lisa y llanamente porque no tenían un segundo pitcher con las condiciones serpentineras de Guayubín Olivo, el alto y corpulento lanzador zurdo que frenó al equipo colombiano poniéndole 13 argollas en el tablero del estadio tomasino, tal como nuestro lanzador ‘Venao’ Flores le metió a los dominicanos, para uno de los duelos beisboleros más herméticos que se ha tenido en el historial Centroamericano y del Caribe.

Al no disponer los quisqueyanos de un lanzador capaz de frenar a Colombia en un crucial juego de desempate, optaron por la fuga sin despedida de vuelta a su país.

Por supuesto, ganar un título de esa manera, con el rival marchándose hacia su país y negándose a jugar no es una forma ni elegante ni positiva para obtenerlo, pero eso no es culpa del coprotagonista, sino la reglamentación que así lo disponía. El contraste entre aquel 1946 y éste 2018 no resiste la menor comparación. Qué le vamos a hacer.

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