En Barranquilla, los muros no nos separan. Por el contrario, nos unen. Me refiero, claro, a muros y paredes bien utilizados, como los de dos magníficos eventos realizados en nuestra ciudad en los últimos días: el FicBaq, Festival Internacional de Cine de Barranquilla, y el Killart, Festival Internacional de Arte Callejero (Street Art).
El primero, comandado por Giuliano Cavalli, ha proyectado sobre los muros de sus salas de cine, una al aire libre, historias que, por independientes, no son contadas en las paredes del cine comercial. Historias magníficas que nos ayudan a construirnos como mejores seres humanos.
El segundo, con Philippe Mouchet, director de la Alianza Francesa, a la cabeza, nos trajo artistas nacionales y extranjeros que se apropiaron de los muros de nuestras calles para llenarlos de vida y de color, embelleciendo en esta ocasión el barrio Abajo.
El FicBaq 2017 enriquece la memoria de su público con las narraciones y reflexiones audiovisuales presentadas sobre muros que pronto volverán a ser blancos para las nuevas historias que allí mismo, en su superficie, volverán a recrearse.
Por su parte, la mayoría de los artistas del Killart se han ido ya de la ciudad pero dejándole una nueva cara, o varias, en fin, un número respetable de obras adquiridas, que podremos mostrar con orgullo y alegría a nuestros visitantes.
El FicBaq y el Killart se suman con grandes méritos a la cuota de imaginación y creatividad que la cultura barranquillera entrega hoy a propios y extraños.
A propósito de la ciudad, qué buena y necesaria la reconstrucción del viejo estadio Tomás Arrieta, rebautizado Édgar Rentería, en honor a nuestro gran pelotero. Lo pienso así mientras sigo con interés por televisión los partidos de Colombia en el Clásico Mundial de béisbol, que se celebra en Miami.
Ganando o perdiendo, el equipo nacional ha demostrado una gran calidad frente a sus rivales, sobre todo por parte de sus lanzadores, muchachos que, en general, apenas se abren camino en las grandes ligas de los Estados Unidos.
Le ha tocado a Colombia el llamado grupo de la muerte, en el que se ha enfrentado, figúrense, a la novena local, la norteamericana, y a la de República Dominicana, la actual campeona del mundo. Con las dos ha terminado empatada al final de los nueve innings reglamentarios, algo ya histórico, y ha terminado perdiendo en tiempo extra, en medio de situaciones muy discutidas.
Colombia estuvo a punto de derrotar a una gran potencia beisbolera mundial como Estados Unidos y de quitarle un invicto de diez partidos a los campeones dominicanos, lo que en efecto logró en el campo de juego, antes de la pésima decisión del chief umpire, que nos rapó un triunfo de 4-3 carreras.
Es probable que el combinado nacional resulte eliminado de ese torneo de pelota caliente en Miami, pero lo que ha hecho ya sobre el terreno es prueba fehaciente de la enorme calidad de su béisbol y de que bien vale la pena, no solo reconstruir aquí estadios como el renovado Édgar Rentería, sino destinar y habilitar numerosas canchas para este maravilloso deporte que gusta tanto, y que se juega tan bien, en el Caribe colombiano.
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