La junta directiva del colegio Marymount decidió no realizar la acostumbrada ceremonia de grado de sus bachilleres 2018 y entregar por ventanilla y de a uno en uno los correspondientes diplomas a los graduandos. La emoción de la toga y el birrete, momento de magia singular para toda persona que culmina una etapa de su proceso de educación, quedó indefinidamente pospuesta para cuando algunos terminen otra etapa del camino de la profesionalización, que es muy distinto al del conocimiento. El primero está preñado de diplomas y mucho ruido y títulos mientras el segundo es silencioso, íntimo, profundo y sinfín como la cinta de Moebius.
Pero quiero felicitar a quienes tomaron tan dura decisión para sentar un precedente clave, una pauta ética fundamental, en momentos en que en nuestra sociedad colombiana parecería que ‘el todo vale’ impera en todos los campos y que por tanto el fin justifica los medios. Un derrotero que puede llevarnos a la destrucción de la misma sociedad y convertirnos en una aglomeración de individuos donde el bandalaje sea el marco teórico en que funcionen todas las relaciones.
Dirán algunos que pagan justos por pecadores, pero no hay tal. La institución está por encima de los intereses particulares de sus alumnos y el que los tramposos fueran uno o dos no excusa al resto de la clase que eligió la solidaridad de gremio, por decirlo de alguna forma, ya que ninguno se responsabilizó y señaló a quienes cometieron la falta: comprar las respuestas de un ensayo de la prueba Saber. Daría risa la tontería de pagar dinero por un cuestionario que era una práctica, si esto no nos señalara que algo huele muy mal entre los jóvenes y que algo están dejando de hacer o hacen muy mal los padres.
Es una gran oportunidad para que las familias revisen sus códigos morales y los principios éticos que están transmitiendo a las nuevas generaciones, ahora que el éxito no se mide por la capacidad y desarrollo intelectual de las personas sino por el vehículo que conducen, el celular de última generación, la ropa de marca o la pertenencia a un club social donde se supone que solo asisten los de categoría pero que no son sino unos centros de cultivo del arribismo donde don dinero elige y corona ídolos de barro que si perdiesen su poder adquisitivo de inmediato pasarían a ser unos don nadie.
Me encanta la reciedumbre de la directiva del colegio en su decisión de no dar marcha atrás ni ante las tutelas y otras presiones, porque esta no atenta contra la ley puesto que cancelaron un acto social que no obliga a ninguna institución educativa. Me encanta porque le dieron en la torre a quienes creen que pueden modificar a su antojo las reglas y están diciendo que todo vale y que sus hijos no cometieron falta alguna. Me encanta porque esa disposición es formativa para toda la sociedad, tan huérfana de valores, y nos recuerda que no todo vale y que las normas morales y los principios éticos son inquebrantables.
losalcas@hotmail.com
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