El Heraldo
Opinión

No es envidia, ¡es rabia!

Claro que no puedo negar algo de lo primero, envidia, que eso de ‘la buena’ es pura paja. Envidia es envidia, ¡y punto! Pero además, más que rabia es una tremenda piedra cuando siento el impulso de tocar nuevamente un tema del que hasta he aburrido a mis muy amables lectores, que no es otro que la absurda, la impresionante, la aberrante, la injusta y hasta la despreciable discriminación que en materia de inversión en infraestructura vial ha mantenido el Gobierno central, el cachaco, con nuestra Región Caribe. Es que resulta oprobioso el trato que en este campo tan importante para la economía, para la comodidad, para la calidad de vida, para el desarrollo de una región, nos han dado a los siete departamentos que integramos el Caribe colombiano. La diferencia con la inversión que se ha realizado y se está realizando en el llamado ‘triángulo de oro’ y en la región cafetera, que realmente hace parte de ese mismo triángulo, es tan exagerada que pareciera que se tratara de dos países diferentes. ¡Y es que lo somos y no nos hemos dado cuenta!

Cuando recorría las autopistas del Valle del Cauca, y de eso hace bastante más de 20 años, además de la lógica admiración que estas me inspiraban, y de cierto orgullo patrio, me generaba de manera simultánea cierta rabia, porque sabía que se habían construido con recursos de la misma Nación a la que pertenecemos los nacidos en la Costa, pero que para acá nada de nada. Solo carreteritas de ‘medio pelo’ y entonces con nulo mantenimiento. 

Desde ese largo tiempo para acá, aunque de manera muy lenta, se fueron construyendo otras autopistas en el país, incluyendo cortes de montañas, costosísimos túneles y puentes o viaductos para salvar obstáculos de la naturaleza y acortar distancias. Y mientras por acá seguíamos igual: nada de nada. Las mismas carreteritas de ‘pipiripao’ de siempre. Es que la discriminación es enorme, y por lo tanto odiosa.

No es entendible y mucho menos aceptable que en pleno año 2018 no tengamos comunicadas con amplias y modernas autopistas al menos las tres capitales más importantes de nuestra Región Caribe: Cartagena, Barranquilla y Santa Marta, sino que de manera mezquina van soltando mini recursos para que los tramitos de doble calzada se vayan extendiendo con una parsimonia que lo que genera es rabia, porque es lo más parecido a la limosna. Si es que la ampliación a doble calzada que hoy se ejecuta en la Vía al Mar va desde el acceso a Puerto Velero hasta el arroyo de Juan de Acosta, y no siquiera 500 metros más adelante hasta el ‘Sombrero vueltiao’ en el cruce con la llamada carretera Río-Mar, esa que va desde Santo Tomás hasta Santa Verónica. Quizás porque los recursos no les alcanza para construir el micro puente sobre el mencionado arroyo. ¡No hay derecho! Y peor aún sin los diseños siquiera de la vía Barranquilla-Ciénaga.

Pero si es que desde el interior del país hay solo dos vías hacia la Costa, la que nos une con Medellín y la que nos une con Bogotá, o mejor dicho las que nos separan, porque son simples carreteras de ‘medio pelo’. Y para colmo de males, la ampliación que marchaba con mejor ritmo y calidad era la Ruta del Sol II, la que construía Odebrecht, y ya sabemos lo que pasó. ¡Hasta en eso estuvimos ‘salaos’!

nicoreno@ambbio.com.co

 

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