En legítimo derecho salió Fernando Londoño a explicar su militancia en la derecha colombiana. En respuesta al tierrero que se armó cuando dijo: “Este partido se llama Centro Democrático por unas circunstancias ahí más o menos fortuitas, pero políticamente es todo menos de centro”. Londoño, que si un don tiene a su haber es el don de la elocuencia, se fajó una disertación en torno a la ideología que profesan (hablando siempre en plural) y cuya trascendencia, afirma, han tratado por años de explicar. “La filosofía aristotélico-tomista, para empezar, es donde está el principio, la raíz y la base de lo que hoy se llama la derecha, que es la democracia plena, la democracia real dentro de un orden establecido, donde no puede haber leyes injustas, donde no se pueden soportar tiranías y hay legítimo derecho a protestar y a derrocar las tiranías insoportables”.
Para exponer el fundamento de esas ideas se remontó a la obra del padre Francisco Suárez en el Siglo de Oro español, brincando luego al pensamiento de John Locke y su efecto sobre la revolución de los Estados Unidos, que a su vez influiría en la Revolución Francesa, “en la parte obviamente rescatable de la Revolución Francesa” que no contempla violencias o extremismos, dijo. Con consistencia discursiva, Londoño se ocupó de enmarcar la orientación política que defiende en los principios fundamentales que la filosofía moderna, y el nuevo régimen establecido, reconocen como derechos de un ciudadano, recalcando entre aquellos el derecho de propiedad –facultad que preconiza el CD– y reafirmando lo que a ellos les parece un elemento esencial de su ideología: la defensa de un Estado que tenga “una justicia absolutamente imparcial, objetiva y seria, que esté administrada por jueces imparciales y objetivos”.
Corresponde a los colombianos determinar si la derecha nuestra cumple a cabalidad con esos principios –yo sospecho que no– pero, más allá de que lo haga una cosa es indiscutible: tanto Londoño, como cualquier ciudadano, tiene plena libertad para situarse donde prefiera dentro del espectro político, y eso es respetable. Sin embargo, hay que hacerlo con integridad. Por mi parte, coincido con Londoño cuando, citando a Ortega, dice que ser de derecha o de izquierda “es una de las maneras que el hombre contemporáneo se ha inventado para ser imbécil; porque lo son de izquierda o de derecha sin definirse, sin precisar, sin decir eso qué significa”. Desde esta perspectiva, Londoño es plausiblemente coherente al reconocerse “de derecha sin ninguna vergüenza”.
La incoherencia del CD proviene de un Iván Duque que insiste en asegurar: “somos un partido de centro”, y peor aún, del adalid de la colectividad, un Uribe que, contradiciendo a Londoño, corrió a declarar que no son un partido “ni de izquierda ni de derecha”. Como si hubiera dicho que el CD no es chicha ni limoná. Porque de centro, ahora todos sabemos que no es.
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