Primero, fue un error monumental y una irresponsabilidad lo que hicieron varios alcaldes y sus secretarios de seguridad al salir con banderas de victoria por la reducción histórica en todos los indicadores de los diferentes delitos; en el caso de Bogotá, la reducción fue de más del 30%, hecho que no se dio por la implementación de una estrategia de seguridad especial o por un golpe frontal al crimen organizado, sino porque todos estábamos en casa en un confinamiento obligatorio, incluidos los delincuentes, de modo que era evidente que a medida que se fuera abriendo la posibilidad de regresar a las calles la delincuencia también lo haría y los indicadores tenderían a subir.

Segundo, a hoy no tenemos, ni por parte del gobierno nacional ni de los alcaldes de las principales ciudades en cabeza de sus secretarios de seguridad y convivencia, una gran estrategia de seguridad enfocada a las nuevas realidades del COVID y pos COVID; el Gobierno no se pronuncia frente al tema y de parte de su asesor en seguridad ni de su ministro de defensa se ha escuchado un plan de choque en el que se articule una verdadera estrategia interagencial en seguridad, que no solo incluya a la Policía, sino también a las Fuerzas Militares, Fiscalía, Superintendencia de Vigilancia y Seguridad, diferentes Ministerios y entidades del sector privado. A hoy eso no existe, más bien vemos a un ministro de defensa que solo apaga incendios de los escándalos reiterativos del Ejército pero que no muestra resultados en materia de seguridad ni de políticas públicas, lo cual es especialmente grave teniendo en cuenta la crisis que se avecina.

Tercero, las organizaciones delincuenciales están saliendo a recuperar portafolios de economía ilegal que manejan en las ciudades debido a que, como cualquier empresa, han sentido el impacto económico de la medida de aislamiento obligatorio, lo cual hará que busquen delitos más contundentes que les generen más ganancia; el mejor ejemplo es el atraco cinematográfico del pasado martes en el que una banda entró al Centro Comercial Gran Estación en Bogotá, que se encuentra a 5 cuadras del Ministerio de Defensa y a 3 de la Dirección General de Policía, y se llevó tranquilamente 600 millones de pesos en joyas, por lo que se espera que los próximos movimientos de las organizaciones y bandas criminales sean mucho más agresivos y estratégicos.

Cuarto, tenemos dos factores de riesgo para el aumento de la delincuencia común, que son el crecimiento del desempleo y de la pobreza a niveles históricos en el país; esta situación pone en grave riesgo el modelo de seguridad ya que, según las primeras investigaciones de las calificadoras de riesgo europeas, África y Latinoamérica serán las regiones en las que se presenté una mayor escalada de la inseguridad debido a que tienen economías débiles y con alto nivel de informalidad. A pesar de que la situación es compleja, las autoridades y entes competentes de los diversos niveles de Gobierno no han formulado planes de seguridad que tengan en cuenta las consecuencias a corto, mediano y largo plazo de la pandemia; parece que, al mejor estilo de la administración pública colombiana, saldrán a improvisar cuando tengamos el agua en el cuello. El problema es que estos errores también nos costarán la vida de muchos colombianos.