La foto es patética: tomada durante la posesión de Duque, se ve en primer plano a Pastrana y a Samper, uno junto al otro y a poca distancia de Gaviria, con los ojos cerrados y la expresión de quien aprovecha un descuido para echarse una siesta. Como esos viejitos que se duermen en cualquier lado. Los eternos archienemigos que se gritan, se escupen, se madrean, patalean o berrean en público si gana el otro, se juntan y se hacen pasito a la hora de llorar para mamar de la teta del Estado. 

Esa misma semana Samper escribió en Twitter: “El Partido Liberal perdió, no solamente las elecciones, sino su rumbo y su dignidad. Dos siglos de protagonismo histórico reducidos a cenizas de vergüenza”. Yo entendí el trino como una autocrítica, porque si alguien llevó al liberalismo al lodazal fue justamente él, que ahora se vale del cinismo para hablar de “dignidad”. 

Muchos otros también contestaron el trino recordándole que el Partido perdió su rumbo desde el episodio del elefante. Uno escribió: “No olvide que después de su paso por la Presidencia el país cambió”, lo cual es bastante cierto. A partir de Samper el Partido se ha venido despeñando cada vez más a lo profundo, casi ya al averno, sin programas, ni ideas, ni banderas, mantenido en pie tan solo con la maquinaria de los votos. Es decir, a punta de clientelismo. Las tales alianzas para “acuerdos programáticos” no son más que negociaciones por puestos y contratos. Pero no solo sucede con los liberales. El Partido Conservador ronda por la misma cuerda. 

Lo más triste es que las cabezas de ambos partidos, que cada uno en el pasado gobernó al país, desgastan su conocimiento y experiencia en la conservación del poder personal y en el miedo a que Colombia descubra sus guardados y el de sus hijos (a no ser, por supuesto, que en su paso por la Presidencia solo hayan aprendido de mangualas y componendas). Es lo más triste, porque en lugar de asumir el rol de los estadistas dedicados a pensar en el futuro de las nuevas generaciones y en el bienestar general, y dando luces y aconsejando con sabiduría en los momentos de crisis, se conforman con el humo. 

Como muertos vivientes que cada cierto tiempo aparecen en busca de lo que creen que por derecho propio les pertenece, es decir, el país; o como vampiros que salen por sangre, esta semana se les vio sonrientes luego de repartirse la botija burocrática de la Contraloría. A esto se resumen sus “éxitos”: a la capacidad de bajarse con prontitud los pantalones con tal de tomarse la foto con el ganador. “Vaya pérdida de talento –habría dicho Frank Underwood–: eligen el dinero en lugar del poder”. Se conforman con la gran mansión que viene cayéndose en pedazos desde hace tiempo en lugar de construir el edificio de roca que resistirá mil años. ¿Por qué no aprovechan que son pensionados para dedicarse a estudiar al país y ayudarlo a caminar hasta la modernidad? 

Como dice el meme que se viralizó esta semana: “Si los dejamos, nos van a joder toda la vida”. 

@sanchezbaute