Hoy tenemos más claro lo que sucede en el cerebro de los autistas gracias al enorme desarrollo de la investigación con tecnología de avanzada para estudiarlo in vivo, es decir, en pleno funcionamiento, para elaborar unos mapas y compararlos con cerebros de un desarrollo ‘típico’.

Los primeros hallazgos contundentes en los 80 fueron mediante autopsias y se dieron en el sistema límbico, cerebro emocional, donde se encontraron células más pequeñas, más densamente empacadas, aumentadas en número, pero no estaban dañadas. Repito, no eran anormales. A partir de este hallazgo, se extendió el estudio a todo el cerebro y fueron apareciendo cosas impactantes, como que cierto tipo de células que debían estar en determinada área, según el cerebro típico, aparecían en otros sitios con las mismas funciones. En zonas donde se perciben formas aparecían neuronas que perciben olores, o colores.

Se han encontrado vías inéditas desde formaciones como el cerebelo, que tiene que ver con funciones como control del equilibrio, hacia la corteza frontal. Algo frecuente que pasa desapercibido es que muchos presentan una forma leve de macrocefalia (aumento del tamaño del cerebro) que parece favorecer más que perjudicar.

Esto es apenas la punta del iceberg de una gran cantidad de descubrimientos que nos permiten una aproximación a cómo funciona el cerebro autista. Con lo poco que he mencionado arriba es claro que no hay dos cerebros autistas iguales, ni siquiera en gemelos univitelinos. Es que la migración neuronal en ciertos momentos del desarrollo cerebral puede dar cualquier resultado. Esto también nos permite comprender por qué un autista tiene tanta dificultad para comprender el mundo de afuera que cambia a cada segundo y resulta difícil de procesar a la velocidad de los otros, mientras se aferra a la “mismidad”, todo debe ser siempre igual para poder funcionar. Increíble pero cierto, ese mismo cerebro es capaz de aprenderse un diccionario de una sola leída. Eso es lo que causa tanta confusión al lego para diagnosticarlo.

Así las cosas, se trata de un cerebro que no es mejor ni peor que el típico, sino diferente, tiene una forma particular de percibir el mundo y desenvolverse en él. Por tanto, se necesita el ojo entrenado para establecer las diferencias entre lo que está mal y lo que está bien, porque este es el fundamento del trabajo terapéutico. No hay un tratamiento estándar que le funcione a todos. No puede ser igual el enfoque para los niveles bajo, medio o alto, como tampoco puede serlo para las otras variantes del trastorno del espectro autista.

El autismo no se cura, es un producto biológico que no puede cambiar ningún tratamiento, pero sí los hay con niveles de funcionamiento que les permiten alcanzar estudios superiores, desarrollarse como profesionales y organizar una relación de pareja con familia nuclear para una vida común y corriente.

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