El Teatro de La Candelaria es uno de los grupos teatrales con mayor trayectoria en América Latina. Más de cincuenta años en pro de la creación y el arte teatral. Su búsqueda por comprender la realidad del país e investigar las relaciones sociales y humanas ha sido fundamental en la contemporaneidad colombiana. Con más de cien obras en su recorrido artístico, han aportado al arte, a la cultura y a la historia del país. Es importante conocer su trabajo, revisar su pasado y preservar su legado. En 2018, regresan a las tablas con su más reciente creación: Refracción, mientras no se apague el sol. 

“Refracción es el cambio de dirección y velocidad que experimenta una onda sonora o lumínica al pasar de un medio a otro. También es la propiedad que tienen ciertos cristales de duplicar o variar las imágenes de los objetos. Refracción, mientras no se apague el sol, trata de una realidad que no puede explicarse sin un grado de confusión, incertidumbre o caos. El grupo de La Candelaria sigue indagando en un teatro que atraviesa y surca espacios, tiempos, personajes y sensaciones, urdiendo una narrativa que más que ser el espejo de la realidad, exhibe la lógica del sueño, donde se crea un universo de apariencias y fantasmas”. Así lo explican sus creadores. 

“Fue el dinero y no el amor lo que mató al mundo”, es una de las frases de la obra dirigida por César Badillo. El medioambiente es el eje central de la obra. En ella, se ve una sociedad consumista y perdida entre las ambiciones de los poderosos, esos que velan por intereses económicos individuales. No hay condición humana, porque ha sido desdibujada al mostrar el egoísmo con la naturaleza que lleva a la ruina. Animales humanizados, seres humanos distorsionados, la falta de conciencia en un mundo dominado por el petróleo, la explotación de los recursos naturales, la negación de la identidad y de los ancestros… el irrespeto a la madre tierra. 

La narrativa no es lineal. En medio del caos y el afán por sobrevivir, los personajes crean un ambiente en donde el espectador se cuestiona. Tantos excesos que llevan a la destrucción de la vida y la naturaleza. Es una puesta en escena que sirve como espejo para recordarnos que el problema está ahí. “Cada segundo que pasa es una vida menos, un litro de agua menos, un páramo menos, un microgramo más de polución. Cuatrocientos ochenta mil seiscientos ochenta y uno es el crecimiento poblacional al día de hoy, veinticuatro mil seiscientos ochenta y cuatro, ochenta y cinco, ochenta y seis… muertes hoy en el mundo por falta de agua”. Cifras que se reflejan en el piso de la puesta en escena. Se siente el escalofrío de una verdad tan cierta que nos negamos a aceptar. 

En un mundo que se consume en la autodestrucción es importante que se creen estos espacios de reflexión, para analizarnos como individuos y colectivo. Colombia atraviesa un momento decisivo: fracking, glifosato, tala de árboles injustificada, explotación minera y petrolera. No es un discurso ambientalista, es la vida lo que está en juego. Es el momento preciso para Refracción, mientras no se apegue el sol. Hoy es su última función en la ciudad de Bogotá. Imperdible. 

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