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Opinión

Muere el río

El río Cauca es el segundo río más importante del país. En la actualidad, sufre una de las transformaciones más radicales de su historia. El flujo del río alcanza los niveles más bajos que se hayan registrado. La situación genera preocupación en la sociedad. Manda una señal de alerta, pero también de profunda tristeza. “Asesinaron el río Cauca”. “Se vive un ecocidio”. “Mayor crimen ambiental en la historia del país”. “Mataron un río en complicidad con las instituciones”. Son frases expresadas por personas de las comunidades cercanas al río y de algunas organizaciones ambientales. La realidad es que el río atraviesa una crisis que podría ser irreversible. 

¿Para qué sirve el “desarrollo” si se atenta contra las comunidades más pobres y el futuro de todos? ¿Para qué sirve la energía si se destruye la vida? ¿Para qué sirve el derecho al territorio si no se respeta? ¿Para qué inventan que consultan a las comunidades sobre las decisiones que afectan el territorio si los desalojan sin compasión? ¿Para qué ocultan información? ¿Hidroituango es un megaproyecto del Estado o es un proyecto politizado y paramilitar? ¿Cuál es el verdadero fin del progreso? ¿Colombia es un país tan asesino que es capaz de masacrar un río? 

Nacen preguntas sin respuestas claras. Es un sin fin de acertijos. El río Cauca se está muriendo, esa es una de las pocas verdades que conocemos sobre este proyecto que deja una crisis ambiental, social y cultural. Un proyecto que se llama a sí mismo “el más ambicioso” de la historia reciente del país. Un proyecto que lleva años planeándose y ha visto desde masacres hasta desastres naturales. Un proyecto que carga en sus hombros la maldición del capitalismo salvaje y mafioso. 

En Puerto Valdivia queda la sensación de un río ausente. Las aguas caudalosas ya no están. Los peces tratan de sobrevivir mientras que los pescadores y habitantes de la región están en un lugar que ya no es el suyo, en un lugar al cual no pertenecen. Varios de ellos afirman que el proyecto de Hidroituango era crónica de una muerte anunciada. Tratar de controlar al segundo río más importante del país –ese que estaba lleno de potencia, vida y fuerza– terminaría en tragedia. 

El pasado colombiano demuestra que la explotación desmedida de los recursos naturales, esa hambre insaciable por controlar el territorio y hacer un festín de crueldad, afecta a los más vulnerables. Se supone que el “desarrollo” llega para beneficiar a la mayoría y ofrecer un futuro más digno para todos. Sin embargo, los hechos demuestran lo contrario. Ese supuesto “desarrollo” ha sido negligente y hasta asesino. Ha desplazado, amenazado y matado a miles de colombianos. Justificar las atrocidades que cometen, en nombre de las comunidades que atacan y tratan de destruir, es tan inaudito como el récord que dejan en la historia. Un récord de horror y barbarie. 

Y sí, en Colombia el progreso es tan insostenible e inhumano que fue capaz de asesinar un río. 

maria.matus.v0@gmail.com 
@MariaMatusV

 

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