Si no se sufre, no es Junior. Una frase con la que muchos podemos sentirnos identificados, una que confirmamos en cada campeonato, una que repetimos con esperanza cuando estamos frente a un mal marcador y necesitamos voltear el resultado, y una que decimos con alegría cuando se alcanza la gloria. 

No me gusta hablar sobre lo que no considero que sea mi área de conocimiento, así que esta columna no va a tratarse sobre si pienso que el equipo rojiblanco jugó bien o mal, si los cambios fueron estratégicos y, mucho menos, entraré en debate sobre quién creo que fue la estrella del partido y quién creo que fue el talón de Aquiles. Ese tipo de columnas que las escriban los colegas que son expertos en el tema. 

Por el contrario, hablaré sobre un tema que pienso que merece tener un especial reconocimiento, uno que en momentos de victoria, vale la pena resaltar para seguir mejorando, para que se siga contribuyendo y para lograr expandir el espectro. No es un secreto que invertir en deporte es quizás una de las mejores cosas que uno puede hacer por una ciudad y por un país. Invertir en deportistas, invertir en infraestructuras deportivas, invertir en crear afición e invertir en crear nombre, son acciones cuyos resultados positivos se ven un poco a largo plazo, pero de manera sólida y duradera. 

Tomemos el ejemplo del Junior Club de Barranquilla. Después de muchos años de ‘sequía’, las directivas del equipo tiburón ‘se pusieron las pilas’ y decidieron hacer unas mega contrataciones, combinadas con la buena química que hay entre los jugadores y su director técnico, Julio Comesaña, que, luego de un tiempo, dieron resultados. Hoy los junioristas somos bicampeones y podemos decir con orgullo que hacemos parte del equipo de Papá, del equipo insignia de Barranquilla y del equipo de las muchas leyendas futboleras de la nación. 

Sin embargo, el deporte no comienza y termina con fútbol, a pesar de lo que crean en Colombia los medios de comunicación. Ya que aunque solo se le da protagonismo al balompié, con la excepción esporádica de nuestros escarabajos en las vueltas internacionales, existen muchísimos otros deportes con los que se pueden seguir desarrollando talentos para cambiar el futuro de miles de niños y niñas. 

El problema es que con el cuento de que ‘no hay afición’, la inversión del sector privado, al igual que la del público, en otro tipo de deportistas flaquea. Y el problema con esto es que la afición solo se construye a partir de victorias contundentes y de trayectorias históricas. Para que exista una hinchada que ‘sufra’ como se sufre por el Junior, para que los medios vendan a partir de un contenido que gire alrededor de un deporte, como sucede con el fútbol, y para que los niños y niñas crezcan queriendo imitar a los grandes jugadores, peleadores, lanzadores, etc, se necesita tiempo y dinero.  

Porque si no se invierte, no se gana. Y los que terminan perdiendo, son los ídolos que nunca llegarán a serlo y la hinchada inexistente que no conocerá más alegrías inigualables.