Qué tremendo dilema
Para mí las redes sociales han sido la plataforma que me ha dado la oportunidad de ‘explotar mis talentos’ y, sobre todo, de descubrir quién soy.
Si alguien me hubiese dicho hace unos diez años que iba a poder vivir de hablarle a una cámara, que iba a poder conectarme todos los días con miles de personas de diferentes edades, sexos, razas, ciudades e incluso nacionalidades, que iba a haber gente que leería lo que escribiese semanalmente con tan solo dar un ‘click’ y que iba a poder ser todo lo que siempre había querido ser, pero que la sociedad en la que nací no me había ‘permitido’ ser, jamás me lo hubiese creído. Jamás.
Las redes sociales para mí significan mucho más que un ‘hobby’. Ellas han sido las que me han dado la oportunidad de ‘explotar mis talentos’ y de ayudarme a descubrir quién soy, al tiempo en el que me obligan a reinventarme constantemente. Lo digo con certeza, gracias a Instagram, Facebook, Youtube, Twitter y, recientemente, Tik Tok tengo la oportunidad hoy de vivir de mi personalidad, y eso es algo que nunca creí que me pudiese pasar en la vida.
Sin embargo, todo viene con un precio. Para que entiendan un poco más de lo que hablo, los invito a que se vean el nuevo documental de Netflix ‘El Dilema de las Redes Sociales’, pues ahí pueden ver a grandes rasgos la realidad en la que vivimos.
Lo que cuenta el documental básicamente (y en palabras de antiguos directores y creadores de algunas de estas redes sociales) es que ellas fueron creadas para generar adicción, para generar un consumo infinito, y, peligrosamente, para influir en nuestras decisiones y creencias. Son algoritmos diseñados para ‘atraparte’, para mantenerte ‘conectado’ y para finalmente forjar tu personalidad. Te conocen más de lo que te conoces a ti mismo, saben qué te ‘mueve la aguja’ y qué ‘te genera una intención de compra’. Es por esto que cada ‘feed’ de cada red social para cada persona es completamente distinto. Todo está complemente ‘personalizado’ a tus gustos y a tus creencias.
Y aunque en teoría esto no es malo, sí lo es en la práctica. Y mucho. Cada día los de la extrema izquierda y la extrema derecha están más alejados los unos de los otros, pues inclusive las noticias (y las noticias falsas) que a unos le ‘salen’, no le ‘salen’ a otros. Y es por esto que cada día hay más resentimientos, más odios y más divisiones. No entendemos cómo es posible que el otro piense distinto viendo lo que ‘está pasando’, pero es que ahí está el ‘meollo’ del asunto: ellos no están viendo lo que tú ves.
Pero la cosa no acaba ahí, pues según el documental, está comprobado en cifras que cada vez más hay adolescentes y preadolescentes hospitalizados por depresión y ansiedad, y que cada vez hay más de estos que se quitan la vida. Y son las redes sociales las culpables. Los filtros que te hacen ver ‘más bella’, el botón de ‘me gusta’ (que genera felicidad y complejo al mismo tiempo), el ‘Photoshop’ que crea estereotipos de belleza inalcanzables y la ‘cultura de la cancelación, han creado un monstruo.
Y sé que todo es verdad porque lo vivo a diario. La gente cree que porque estoy detrás de una pantalla soy incapaz de sentir. O peor aún, creen que estar detrás de una cuenta les da derecho a herir. Como si tiraran piedras al vacío.
Es por esto que el título de este documental es tan acertado, pues realmente es un dilema. Me encanta lo que hago, y al tiempo odio estar expuesta a tanto odio. Me encanta estar informada en tiempo real, y al tiempo odio no saber qué es cierto y qué es falso. Me encanta poder tener la facilidad de que con mi voz pueda darle luz a una problemática, y al tiempo odio que cualquiera pueda usarla irresponsablemente. Me encanta decir las cosas como son, y al tiempo me asusta convertirme en alguien que siente que tiene la verdad revelada.
Me encantan y, a la vez, las odio. ¡Qué tremendo dilema!
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