Llevo cuatro años escribiendo para este periódico. Cuatro años hablando de injusticias, de cultura, de política y de la vida. Cuatro años resaltando labores y reflexionando sobre lo divino y lo humano. Cuatro años de dejar sobre un papel, todo aquello que pienso, que opino y que siento.
Y a pesar de que he hablado mucho acerca de lo que me indigna, y a pesar de que sí me haga hervir la sangre ver cómo en este país se cometen todo tipo de atropellos e infamias, hoy escribo estas palabras con un sentimiento que me pesa tanto, que creo que la única manera de alivianarme, es dejándolo todo impreso para siempre.
Ya sé lo que se siente que te arrebaten a un ser querido. Ya sé la impotencia que da que alguien jugando a querer ser Dios, sea capaz de venderle el alma al Diablo. Ya sé lo que realmente significa haber nacido en un país que a pesar de conocer su historia, esté tan condenada a repetirla. Porque por más empatía que uno tenga, por más sensibilidad, por más imaginación, solo se entiende cuando se siente. Y a mí, hasta este martes que pasó, a nadie que conocía y que quería, le habían quitado la vida.
Esta semana fue una dura para mí, para mi familia y para todos los que tuvimos el honor de conocer a Alberto ‘Tico’ Aroca. Pues a este hombre sin tacha, a este pediatra que dedicó su vida a servir a los demás, a este padre responsable, a este esposo amoroso, a este amigo incondicional y a este ciudadano ejemplar, lo asesinaron a quemarropa en la madrugada de este martes mientras hacía ejercicio. Estaba a tan solo unas pocas cuadras de su casa en Valledupar, cuando un sicario le preguntó si su nombre era su nombre y le disparó en la cabeza. Así como así. Porque así se resuelven las cosas en este país. Porque la sed de poder de algunos no tiene límites. Porque en Colombia, es común ver cómo la gente que uno quiere, termina convirtiéndose en un número de tristes estadísticas.
Y tengo más que claro que solo porque me duela no significa que por ello sea más importante, pues el mundo gira, y cada vez que lo hace, aquí se callan las voces de los que se atreven a alzarlas, de los que lideran y de los que intentan aportarle algo a la sociedad. Sin importar la condición económica, racial, religiosa y social que tengan. Esto que está sucediendo, este camino que estamos tomando y este resurgimiento del odio –si es que realmente algún día se fue- nos tiene que preocupar y doler a todos. Porque está claro que Colombia sigue siendo una tierra adicta a la tragedia, a la sangre, y al ‘ojo por ojo´. Un lugar donde no hay ley ni hay castigo. Solo preguntas sin respuestas.
Así que mientras el gobierno termina de deliberar y de pelear con el pasado, y mientras ve cómo es que hace para controlar la nación que en temas de seguridad le ha quedado grande, yo termino esta columna escribiéndole al que sé que era uno de mis lectores constantes, quien aunque ya no sea capaz de leerme en este mundo, me gusta pensar que tal vez, desde otra dimensión, lo pueda seguir haciendo.
Te fuiste temprano querido ‘Tico’. Te quitaron vida, te quitaron años, te quitaron recuerdos, te quitaron risas, te quitaron festivales y carnavales por ser gozados …y a los que quedamos, quiero que sepas, que nos quedaron faltando tus consejos en la mesa.
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