Cuando comencé a salir hace tres años y medio con Sergio Andrés Chams, que para los que aún no lo saben, es el nombre del hombre con el que pronto me voy a casar, solo sabía una cosa acerca de él y de su familia: amaban el Carnaval. Sabía que sus papás, Sergio y Claudia, eran de esos que se iban de último en las fiestas, sabía que a sus hermanas, Karla y Leyla, sí o sí me las podía encontrar cubiertas de maicena bailando en todos, absolutamente todos, los ‘bembés carnavaleros´, sabía que a él le decían ‘La Mona’ porque durante los cuatro días de festejo se ponía –y todavía se pone- una peluca sintética amarilla, que varía de ‘look’ según el evento –a veces tiene rizos, a veces es larga, a veces es corta y, la mayoría de las veces, tiene rastas de tanto enredo natural-, pero, sobre todo, sabía que tenía una hermanita, Isabella, que se ‘moría’ por ser Reina del Carnaval.
Aunque es menor que yo, estudiamos en el mismo colegio y, por eso es que desde entonces sabía, que cuatro cursos más abajo, había una Chams que tenía un ‘pocotón’ de pelo, que bailaba divino, que actuaba en todos los eventos escolares y que se desvivía por algún día llegar a ser la soberana de la fiesta más importante de Colombia. Sin embargo, y les soy absolutamente sincera, jamás me imaginé que en esa chiquitica que sonreía todo el tiempo, podía haber tantas ganas, tanto empuje, tanta perseverancia y tanta determinación.
Por eso es que si hay algo de lo que tengo certeza, es que quien hoy es su Reina va a ser extraordinaria. Pero no solo porque sea talentosa, bailarina, carismática, entregada a la gente y genuinamente amante de nuestra tradición, o porque sea la primera en haberse ganado, junto a ‘Selva Africana’, su grupo folclórico al que hace parte desde que es una adolescente, un Congo de Oro, sino porque más a allá de ser un sueño soñado, si es que esta redundancia tiene algo de sentido, he sido testigo de lo que significa alcanzar un sueño trabajado. Sé que será grandiosa, porque nada de lo que es difícil de conseguir, se desperdicia. Por el contrario, en casos como este, se utiliza hasta la última gota del jugo.
Porque sé cuánto lo quiso y cuánto estuvo dispuesta a sacrificar. Porque sé que no fue fácil llegar hasta acá. Porque sé de sus batallas perdidas, de los ‘no’, de los ‘imposible’, de los ‘no sé’, de los ‘nunca’, de los ‘casi sí’ y de los ‘casi no’. Porque sé de las noches de insomnio por las ganas que tenía de que este momento lo pudiera llegar a vivir, porque sé que jamás se dejó rendir…
… y porque sé quién eres, qué quieres y de qué estás hechas, hoy sé, que lo único que sé, es que esto, Isabella, te lo mereces.
Bienvenida al primer día del resto de tu vida.
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