Creo que hay pocas cosas más peligrosas para la mente de una niña que la frase del final de los cuentos de las princesas: ‘y vivieron felices para siempre’. Nos hace pensar, o al menos a mí me lo hizo pensar, que lo único que tenemos que hacer para no volver a sufrir en la vida es encontrar el ‘príncipe azul’, es tener ‘el cuento de hadas’, es casarnos para sonreír la vida entera. Tal vez por eso es que, a pesar de que suene absolutamente ridículo, muchas hemos llegado a pensar que Kate Middleton y Meghan Markle, las esposas del Príncipe Guillermo y el Príncipe Harry, respectivamente, se convirtieron en las mujeres más afortunadas de la tierra por haberse casado con estos dueños del final feliz. Pues para nuestro perturbado subconsciente, si ellas encontraron literalmente los príncipes azules (guapos, inteligentes, elegantes, educados, sonrientes, millonarios y descendientes de la realeza), entonces automáticamente quería decir que habían encontrado la llave de la felicidad.
Sin embargo, nada está más lejos de la realidad, ¿cierto? Primero porque (resulta curioso tener que recalcarlo, pero a veces nos toca resaltar lo que es obvio), no existe esa llave. Porque entre uno más vive, más sabe que esto es un imposible. Porque no hay un hombre, una mujer o una relación perfecta. Porque cada día trae sus afanes. Porque la vida cambia y porque la gente cambia. Porque al mal tiempo buena cara. Porque nada te garantiza nada.
Y segundo, porque estar sola no significa automáticamente ser infeliz. Una noción que desde que tenemos uso de razón se nos inculca como algo que debemos evitar a toda costa. Quizás por eso es que tantos escogen casarse para no estar destinados a unas vidas sin sentido, porqué tantos se conforman con lo primero que se les atraviese o porqué tantos prefieren cualquier cosa antes que separarse y aceptar el fracaso.
Pero a pesar de que en la teoría sabemos que nada es tan simple y tan ficticio como un ‘vivieron felices para siempre’, resulta increíble que a veces nos guste tanto olvidar el raciocinio para poder soñar con lo imposible. Tiramos la lógica a la basura y comenzamos a creer en el final feliz de parejas que no solo no conocemos, sino que realmente no sabemos absolutamente nada de ellas. Soñamos con ellos, creemos en ellos, luchamos por ellos, pues una parte ilusa de nosotros cree que si ellos lo logran, quizás nosotros podamos lograrlo también. Y es por esto que a veces muchos tendemos a desilusionarnos cuando nos damos cuenta que aquellos también son de carne y hueso, y que, por ende, sufren las mismas cosas que nosotros los mortales.
Kate Middleton y Meghan Markle son la prueba viviente de que la frase final de los cuentos de verdaderamente no existe. Que a ellas, aunque suene también ridículo, les toca peor. Que están bajo una lupa y sus problemas maritales son observados, analizados, burlados y juzgados por millones de ojos que creen sin haber visto. Que la ‘sangre azul’ no te hace exento de nada y que la plata, si bien necesaria, puede llegar a ser un arma de doble filo.
Porque decir el ‘sí acepto’ es apenas el comienzo de la historia y es inevitable que haya capítulos grises. Y eso es igual para todos.
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