Un ejemplo de transición
La riqueza noruega, que les permite tener carros eléctricos, hidroeléctricas y energías limpias, se construyó mediante una correcta administración pública de los recursos derivados de la explotación de combustibles fósiles. Hoy, sus exportaciones de petróleo y gas acaparan un 40 % del total del país y por ahora no van a detener su comercialización. Usar los beneficios que dejan los hidrocarburos para poco a poco irlos reemplazando, parece ser entonces una estrategia sensata.
Oslo, la capital noruega, ha experimentado una sostenida mejora en sus indicadores de calidad de aire. Entre 2016 y 2020, las concentraciones de óxidos de nitrógeno han disminuido un 20 % y las de material particulado (PM2.5) un 26 %. Ademas, la ciudad es más silenciosa, una variable que en ocasiones se pasa por alto, pero que indudablemente incide en el bienestar de las personas. De acuerdo con la municipalidad, se han evidenciado reducciones de ruido de hasta 5 dB en algunos de los sectores más congestionados. Tales niveles de progreso se deben, entre otros factores, a la decidida introducción de vehículos con motores eléctricos desde hace más de treinta años.
Las cifras mencionadas se suman a la larga lista de razones que justifican la implementación de una transición energética en nuestras sociedades, por eso conviene revisar en qué partes del mundo está saliendo bien y bajo qué circunstancias. En ese escenario el ejemplo noruego es relevante.
Durante el 2022, el 80% de los vehículos vendidos en Noruega fueron eléctricos, siguiendo con el plan estatal de prohibir la venta de vehículos de combustión interna en el 2025. Hoy, el país muestra la mayor concentración de ese tipo de vehículos en el mundo. Noruega, al ser un país muy rico, tiene cierta flexibilidad al momento de decidir sus políticas públicas. Para entenderlo mejor: mientras el presupuesto de Noruega para el 2022 fue de 37.000 dólares per cápita, el de Colombia fue de 1.810 dólares, es decir, nominalmente 20 veces mayor.
Con semejante respaldo, allá los carros eléctricos prácticamente no pagan impuestos, no pagan peajes, no pagan parqueadero y el costo de una carga completa equivale al 10 % de lo que vale llenar un tanque de gasolina promedio. A largo plazo sale más barato moverse en un carro eléctrico, así que naturalmente los ciudadanos prefieren esa opción. El estado también ha implementado una extensa red de estaciones de carga que crece día tras día y que cada vez es más confiable.
La riqueza noruega, que les permite tener carros eléctricos, hidroeléctricas y energías limpias, se construyó mediante una correcta administración pública de los recursos derivados de la explotación de combustibles fósiles. Hoy, sus exportaciones de petróleo y gas acaparan un 40 % del total del país y por ahora no van a detener su comercialización. Usar los beneficios que dejan los hidrocarburos para poco a poco irlos reemplazando, parece ser entonces una estrategia sensata.
Quizá ese es el mejor ejemplo que podemos seguir de los noruegos: vender petróleo a raudales para poder financiar la costosa transición.
moreno.slagter@yahoo.com
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