El pasado 22 de marzo se celebró el Día Mundial del Agua, una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas implementada desde 1993, con el objeto de sensibilizar al público sobre el correcto manejo de este importante recurso natural. Es uno de los tantos días internacionales que proclama la ONU, los que ya francamente, dada su extraordinaria cantidad, no parecen despertar el interés que se esperaría. En una revisión rápida logré contar más de cien, incluyendo tópicos tan sorprendentes como el Día Internacional de los Asteroides (30 de junio), o el Día Internacional del Yoga (21 de junio). En fin, sin duda los asteroides y el yoga merecen ser tenidos en cuenta, y claro, el agua también.
Lo bueno de este tipo de promulgaciones es que, con más o menos suerte, logran acaparar algo de atención. La celebración del Día Mundial del Agua invitó por un breve momento a algunos sectores de las instituciones de gobierno y a los medios de comunicación a decir algo al respecto, usualmente a develar cifras y datos con perfil alarmista, procurando señalar el camino que nos falta por recorrer para alcanzar la noble intención de asegurar agua potable para todos.
Así, nos enteramos de que todavía hay en el planeta 2.100 millones de personas que viven sin agua potable en sus hogares, o que una de cada cuatro escuelas primarias en el mundo no cuentan con ese vital suministro. Cifras que parecen inverosímiles y ajenas a una especie que al mismo tiempo está desarrollando robots con inteligencia artificial y que ha logrado aterrizar en la luna.
Al acercarnos a nuestro entorno, descubrimos alguna similitud con tan difíciles escenarios. Un interesante informe publicado en EL HERALDO, revisó las coberturas del suministro de agua en la región Caribe y dio cuenta de una realidad poco alentadora, reflejada en promedios de servicio de agua potable al día entre 9 y 19 horas. Desde luego, se evidenciaron poblaciones en las que ni siquiera existe acueducto, ni algún sistema confiable de extracción y suministro. Difícil pensar en desarrollo sostenible cuando no se tiene acceso a un vaso de agua limpia, con todo lo que eso supone.
Por estas razones, a veces creo que buena parte de nuestro sistema de planificación del territorio debe simplificarse. Cada vez que observo algunos planes de desarrollo, o territoriales, explayándose en cientos y cientos de páginas, me pregunto si de verdad hace falta abarcar y encargarse de todo al mismo tiempo. Estoy convencido de que existen unas prioridades insoslayables y que deben acometerse incluso antes de pensar en nada más, comprendiendo que cuando lo básico no está resuelto, el esfuerzo y los recursos que se requieren para avanzar en asuntos más sofisticados se multiplica incesantemente. Qué bueno sería ver planes de desarrollo breves y concisos: acueducto, alcantarillado, energía y vías de acceso. Eso es más que suficiente para ocuparnos durante varias décadas.
moreno.slagter@yahoo.com
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