A pesar de la resistencia de una cada vez menos influyente élite intelectual, las redes sociales se han convertido en un instrumento para medir, con sorprendente precisión, la verdadera naturaleza de una sociedad. Lo que antes permanecía escondido, ahora se exhibe a diario con el impudor que permiten las estadísticas sin firma, sin nombre, sin rostro. 

Por estos días circulan en internet dos videos que ilustran posturas opuestas acerca de la marcha convocada por el uribismo –con los turbios argumentos de siempre– para el 1 de abril. 

En uno de ellos, el senador Juan Manuel Galán recuerda las razones por las cuales Álvaro Uribe carece de autoridad moral para ejercer cualquier tipo de liderazgo contra la corrupción: las notarías ofrecidas a congresistas a cambio de votos para cambiar la Constitución y garantizar una reelección indefinida, las escuchas ilegales a las altas cortes, los falsos positivos, la decenas de funcionarios del gobierno Uribe investigados, condenados y prófugos. Termina con la frase: “no sea cínico”. 

El segundo video es una perorata insufrible y amoral de Popeye, el confeso jefe de sicarios de Pablo Escobar. En su comunicación audiovisual, el asesino antioqueño hace un resumen del libreto uribista en contra de Santos, de la paz, del castrochavismo (aunque parezca una broma, aún siguen usando ese término). Concluye invitando a la ciudadanía de bien a marchar a su lado, hombro con hombro, el 1 de abril.

Sobra explicar las diferencias entre las dos posturas, entre las dos personas, entre los dos lenguajes. Pero es bueno que recordemos que el padre de uno de los dos protagonistas fue asesinado por orden del jefe del segundo; que quien rechaza la marcha es una víctima y quien la apoya, un victimario.

Tampoco es necesario explicar por enésima vez las motivaciones de quienes marcharán al lado de Uribe y Popeye, su particular visión del país y del mundo, basada en el temor de quienes no conciben el futuro en términos diferentes a los del pasado que se esfuerzan en conservar, anclados a la seguridad del suelo, sin importar que esté mojado aún con sangre fresca. (No es por amor a la sangre que marcharán –sería un despropósito afirmarlo–, sino por el terror que les produce  abandonar el suelo conocido para aventurarse a un porvenir desconocido.)

En cuanto a los videos, un frio dato numérico nos dicta una vez más nuestras tendencias de país extraño, furibundo e indolente, nos deja ver esta cara nuestra de sociedad pendenciera, hipócrita y oscurantista: al momento de terminar esta columna, y a un día de su publicación, el video de Galán tiene 1.012 visualizaciones; el de Popeye, con el mismo tiempo al aire, tiene 12.730.

A veces los números no mienten.

Jorgei13@hotmail.com - @desdeelfrio