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Opinión

Envejecer no es tan bello como dicen

En mis años de esplendor, de cuerpecito sin grasa acumulada, estado mental híper productivo, sexo suficiente –a veces grandioso, otras apenas regular– que, sin embargo, hacía el efecto del abono con las plantas: tallo fortalecido, follaje con mucha clorofila y flores a montón. O sea, estábamos satisfechos y plenos de armonía, brillo intelectual y alegría casi permanente. También notaba mi intolerancia frente a la estupidez, el maltrato en cualquier forma y a quien fuese (incluyan animales y plantas). Pues bien, en esos años dorados decíamos para estar in: la arruga es bella. Mira tú que frase más exótica y absurda que contrastaba con la queja de los ancianos que nos rodeaban, en mi caso, mi mamá. La vieja Yiya era refractaria a esa idea y en forma permanente, aún con 90 años, se plantaba frente al espejo y se tensaba las mejillas hacia arriba, como si un plástico le hubiese practicado un refrescamiento, que así se llama técnicamente que le tiemplen a una las mejillas y párpados de forma discreta, como para bajarse 10 años. Eso significaba “quiero que me quiten las arrugas” y a punto estuvimos, si no interviene el resto de la tropa familiar en terror.

Siempre me decía, “la vejez es espantosa, mija”. Mi deber era suavizar su estado de vida y usaba excusas como: “eres divina aún con 85”, “te ves más joven que fulanita que tiene 78”, “ya quisieran las de sesenta tener el colágeno y la tensión de tu piel”. Nada la conmovía, detestaba el envejecimiento y le podía dar un soponcio ir a un médico y que le pidiera que se sacara la chapa: estos dientes son todos míos. Y ellos quedaban flipando. Por ese detallito descalificaba enseguida al profesional. 

Hoy que soy la adulta de 68 años que se mira al espejo y examina el cuerpo que refleja con la ilusión de ver algo parecido a quien era cuando florecía, en cambio veo a una dama que –aunque aún no necesita collar de perlas– tapa arrugas del cuello de pavo, sí requiere urgente un refrescamiento del rostro para que le quiten las bolsitas a los lados de la boca, las líneas de la frente y le suban los párpados. Una vez conseguido esto, estoy segura de ‘sollarme’ y querer que me quiten la barriguita infame, me corten el bye bye de los brazos y me suban las nalgas y los senos. Conclusión: la arruga no es bella, pero se puede convivir con ella, lo grave de la ‘vejentud’ es la cantidad de pepas que hay que tomar porque la máquina humana es muy parecida a lo que fabrica el hombre: tiene obsolescencia programada. O sea, todo comienza a fallar. Ayer me decía un taxista de 62 años, lo peor es eso de que uno termine orinando los pantalones. El resto del trayecto le enseñé las contracciones de Yoga para fortalecer la musculatura genital. Pero eso sí, nos despachamos carcajadas impagables describiendo lo que nos falla, la pepa consabida, verse con los amigos solo en entierros o en el centro comercial. No es bella la arruga, no me jodan ahora con romanticismos baratos.

losalcas@hotmail.com

 

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