Me parece oportuno para el domingo de Ramos dedicar este espacio a La Mentira de los Primogénitos, libro compacto, corto y de deliciosa lectura, que desmitifica la teoría bíblica de que siempre el primer varón que nace en una familia viene con derecho propio a reemplazar al padre en la tarea de velar por esa unidad básica de la sociedad y multiplicar lo acumulado por él, para que la nueva generación disfrute su mismo bienestar económico y social. Solo a un filósofo caribe, William Salgado Escaf, pudo ocurrírsele semejante “desatino”: ¿cómo, desafiar lo consignado en la Santa Biblia y de encima mezclarla con Darwin Nietszche, Carl Sagan y hasta León de Greiff? Pues así es y recomiendo su lectura.

Durante muchos años y largas noches y tardes de arreboles en las terrazas del edificio García, le escuchaba a William (Picho para sus amigos) su teoría de que la víctima de semejante responsabilidad, solo podía ser el más apto de los hijos sin importar su lugar entre los herederos, lo cual es una condena que como él lo dice en la conclusión, “de haber sido el elegido en mi propio núcleo familiar, cambiaría esa designación por un plato de lentejas o de Quibbe crudo, –y añade apoyándose en De Greiff:– por once gatos de Angora, por una copla, por una saeta, por un cantar, por una baraja incompleta, por una faca, por una pipa, por una sambuca…”.

El filósofo hila tan fino y con tal sabiduría las citas de los libros sagrados, las de El Origen de las Especies de Darwin y de los libros de su amado Nietszche, que si quitase las comillas quedaría un perfecto discurrir propio, pues solo los usa para darle cuerpo y sazón a su pensamiento que lleva años de cocción lenta, a fuego bajo. La mentira judeocristiana de los primogénitos ha sido su obsesión, tema recurrente, mil veces armado y desmontado, hasta que hoy, felizmente, tomó cuerpo y se hizo libro.

¿Y dónde está la mujer, considerada una posesión del hombre en la Biblia, en un ensayo de un filósofo adorador de Lou Andrea Salomé, la feminista que sacudió a Nietszche? Allí estamos todas las mujeres del mundo en la belleza del poder de lo femenino, porque Picho, un hombre que permite que su lado femenino surja sin miedo ni aspavientos, se ubica tranquilamente más allá de los géneros para concluir que lo masculino y lo femenino, al no poder reproducirse el uno sin el otro se asociaron, no por amor, sino por la necesidad de multiplicarse para fundar una sociedad donde hubiese excedentes y riqueza para todos. O sea, que como predijo Nietszche, la sociedad moderna ya no depende de instituciones a las que les quitamos valor esencial y, por tanto, el matrimonio perdió sentido. Ahora, que Dios me coja confesada.

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