El Heraldo
Opinión

¿Cuánto vale el tiempo de los pacientes?

Nada. Así de rotunda es la respuesta.  Pides una cita relacionada con tu salud, lo haces con la debida anticipación, te presentas hasta 15 minutos antes de la hora dada y te pueden pasar varias cosas: 1. Que el profesional (llámese internista, otorrino, psiquiatra, psicólogo, odontólogo, etc.) no ha llegado, “está demoradito” o “tuvo una emergencia”. Pero tú tranquilo porque te dieron una hora exacta y estás dentro del tiempo (no sirve para nada). 2. La secretaria/enfermera con suficiencia de doctora te informa cuando preguntas qué pasa: aquí se atiende por orden de llegada. Luego fuiste engañado desde el mero instante en que solicitaste cita y te dieron fecha y hora con advertencia de ser puntual. Solo como paciente somos puntuales, o sea, el miedo nos moviliza, de resto, a la gran mayoría de las personas en Barranquilla la tiene sin cuidado hacerse esperar o no llegar. Así de simple. Es que somos una “bacanidad”, hicimos del “cógela suave” un himno, siempre y cuando no seamos quienes esperan.

Pero siguiendo con las citas médicas, lo segundo que puede ocurrir es que el profesional de marras si esté atendiendo, pero está en deliciosa conversación con el paciente que tiene al frente y hablan de todo, menos del mal que llevó a éste allí. Lo juro porque lo he vivido y soy quien ha dicho, hablemos en otro momento, tienes a varios pacientes afuera desesperados. El tercer episodio es que como el senador Uribe los jodió con la Ley 100 y los dejó como bus de Puerto Colombia  que tienen que coger cuanto pasajero les pone la mano una vez pasa el control “para arreglarse”, estos profesionales de la salud dictan clases, atienden consulta privada, están de medio tiempo en la planta de hospitales o clínicas, pasos o centros médicos. O sea, literalmente no les alcanza una jornada de ocho horas para poder sobrevivir y se someten a 12 y 14 horas diarias de cirugía, enseñanza, consulta, diagnóstico y hasta firma de defunciones.

No les alcanza para sobrevivir en los niveles que esas profesiones se han autoimpuesto, o sea, tienen que tener súper van o nave aerodinámica, vivir en estrato seis, casar a sus hijas con hijos de políticos o ricos, lucir la última moda y lucir impecables las 24 horas, porque si hay un sector donde la competencia es vulgar y profunda es en el de la salud. Como si ser buen profesional lo indicara el nivel económico que exhibe, algo así, como está tan rico porque tiene muchos pacientes luego es muy bueno. Y no hay tal. Los mejores profesionales que conozco llevan vidas muy apacibles, son estudiosos, se dan tiempo para el disfrute y no se atiborran de cargos ni pacientes. Son de bajo perfil social pero son los verdaderos enamorados del juramento de Hipócrates. Y respetan el tiempo de sus pacientes, no se sienten prepotentes que deben ser esperados, atienden a tiempo y sin distingos de procedencia, nunca afirman que pueden salvarte. Solo te respetan y te tratan de igual a igual.

losalcas@hotmail.com

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