Pregunta: ¿De dónde sale el ceceo de España, y por qué se perdió en América? Miro Tornes, México
R.: El ceceo no se perdió en América por la simple razón de que nunca llegó. Además de la marinería, la gran masa de quienes acá arribaron estaba formada por andaluces y canarios, dos grupos poblacionales ibéricos en los que no se dio el ceceo. Antes del siglo XVI, en el español no existía el sonido de la letra z, sino uno que se pronunciaba /ts/, como cuando en italiano se dice ‘mozzarella’ (mot–sa–rela) o ‘pizza’ (pit–sa), y se representaba con una Ç, llamada ce cedilla (cedilla es el rabito debajo), como en plaça (plat–sa) o maliçia (ma–lit–sia). Luego, en el centro, en el norte y en el este de España el sonido /ts/ de la Ç empezó a pronunciarse con la parte delantera de la lengua en contacto con los dientes centrales superiores (por eso, dicen zar–zue–la y a–so–cia–ción), y entonces surgió el fenómeno fonético llamado ceceo. Por su parte, andaluces, canarios y americanos hispanohablantes comenzaron a pronunciar la Ç suprimiendo la /t/ del sonido /ts/ (por eso, decimos sar–sue–la y a–so–sia–sión), lo que generó el seseo. En el mundo hablan español 560 millones de seres, de los cuales 520 son seseantes (92,8 %) y 40 ceceantes (7,2 % –españoles, sin andaluces ni canarios–). Ante esa diferencia, el ceceo algún día terminará avasallado.
P.: En un comercial se recomienda un champú que hace crecer el pelo “el doble de rápido”. ¿Esto último es correcto? Ampy De la Rosa, Barranquilla
R.: Es correcto. El comercial apunta al concepto ‘velocidad’. Se puede decir: “Un jet vuela el doble de rápido que un avión de hélice”, y está bien. Lo mismo en el caso presentado, que traduce que si un pelo, como se ha comprobado, crece un milímetro cada dos días, con el champú del anuncio, con independencia de que lo que afirme tenga o no asidero científico, crecerá un milímetro cada día, esto es, el doble de rápido.
P.: Voy para Barranquilla, y un amigo costeño me preguntó: “¿En qué hotel te vas a bajar?”. Siempre había oído alojar u hospedar. Celia, Bogotá
R.: En la Costa usamos mucho la expresión. Incluso, García Márquez la emplea en Cien años de soledad (“Don Apolinar Moscote, el corregidor, había llegado a Macondo sin hacer ruido. Se bajó en el Hotel de Jacob…”). Una de las acepciones de bajarse es apearse, desmontar, descabalgar, descender. Cuando en la Costa no había muchas carreteras, para la inmensa mayoría de la población el único medio de transporte interurbano eran los caballos o las mulas. Entonces, los viajeros decían: “Voy a bajarme en tal posada” por querer decir “voy a bajarme del caballo en tal posada”, o “voy a bajarme en la casa de mi primo” por querer decir “voy a bajarme de la mula en la casa de mi primo”. Luego, la locución se convirtió en un regionalismo con el sentido de registrarse en un hotel u hospedarse en la casa de alguien.
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