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Les debo una disculpa

No sé si es ego, inmadurez o quizás simplemente un orgullo desmesurado, pero a los seres humanos nos cuesta aceptar cuando nos hemos equivocado. Y como ser humana que soy, admito que me ha sucedido más veces de las que me gustaría contar. Sin embargo, como dice mi abuela, ‘la peor diligencia es la que no se hace’ y, en este caso, necesito hacer esta diligencia, pues prefiero que sea un tarde y no que sea un nunca.

Sé que llega bastante demorada esta disculpa y que quizás a estas alturas pude haber dejado el cuento quieto, pero la conciencia me pesa y ha llegado el momento de abordar un tema que, desde hace muchos meses, he querido escribir. Antes de decir cualquier cosa quiero que sepan algo, pasar del anonimato a ser figura pública es un proceso, medir las palabras es un aprendizaje y escribir con sarcasmo es un arte que, claramente, no muchas veces sé usar. 

Durante el último certamen de Miss Universo fui parte de una polémica, pues escribí en Twitter, con ganas de ‘tirármelas de la chistosa’, que ‘había que hacerle bullying a la gorda del salón para que esta fuese Miss Universo’. Aunque lo que quise decir con esto es que no me parecía un buen trofeo ser Miss Universo, ni que me parecía que ponerse delgada debía ser la lección que había que dar, como si ser flaca fuese un triunfo y ser gorda fuese un fracaso, sé que nadie lo tomó así y sé que estuvo mal haberlo escrito.

Y me cayó el mundo encima y me traté de defender con garras, en vez de bajar la cabeza y admitir mi error. Pues finalmente fue eso, un error, uno que no me define como persona, uno que no tiene nada que ver con cómo pienso, uno que está lejos de la historia que quiero contar. La razón por la que hoy, meses después de que el público me hubiese puesto en la hoguera, quiero hablar de esto, quiero volver a destaparlo todo, quiero dejar las cosas claras, es por cuenta de una niña, a quien sin conocerla, llegó a tocarme el alma.

Cristina Isabel, la niña monteriana de doce años que se quitó la vida por causa de un fuerte matoneo en su colegio, es la razón por la que hoy quiero dedicar esta columna para disculparme y para hablar de frente sobre un tema que debe preocuparnos a todos. Yo fui víctima del bullying, pero a la vez también he sido victimaria (quizás es nuestra forma de defendernos cuando somos jóvenes, aunque para nada quiero que esto suene a excusa), y por eso sé que los niños pueden ser crueles, que la adolescencia es dura y que la vida en general, si no cumples con los altos estándares de belleza, puede llegar a ser agobiante.

Y Cristina Isabel es, lastimosamente, tan solo un caso de millones, pues ya no es solo que te hagan matoneo en el colegio, sino en las redes sociales y, por ende, vivir un infierno todo el día, todas las semanas, todo el tiempo. Y no se trata de buscar culpables, sino de brindar soluciones. Y por eso aquí está mi grano de arena con el que quiero empezar a luchar contra este mal: hoy decido que no quiero ser una ‘influencer digital’ para promocionar solo cosas banales, sino para hablar de cosas que importen. Porque vivimos en una sociedad en la que el físico lo es todo y la sustancia no basta. Porque vivimos en un mundo en el que una niña de doce años prefiere morir antes que seguir sufriendo por un peso. Porque tenemos que hacer algo antes de que sean más los casos como los de Cristina Isabel. Porque mi voz tiene que servir para mucho más que sacar carcajadas o hacer entretenimiento.

Porque hoy comienza una nueva vida para mí, y sin haberte conocido Cristina, este nuevo legado comienza con tu nombre.  

 

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