El domingo 7 la fila era tan larga para subir al barco cristiano ‘Logos Hope’ que lo más prudente fue desistir de la idea de abordarlo. No todos los días los barranquilleros tienen la oportunidad de conocer un crucero, y no recuerdo si antes hubo una movilización tan grande como la que ha provocado esta imponente embarcación. En adelante, será conveniente resolver los problemas de parqueo para los visitantes.
Dejaré de lado si la literatura que ofrece el ‘Logos Hope’ es de tipo religioso y si su misión es puramente evangelizadora. Yo prefiero destacar el significado que tiene para Barranquilla el hecho de que un barrio como Las Flores sea hoy epicentro de una inmensa peregrinación turística gracias al muelle de cruceros de la Dirección General Marítima (Dimar), donde funciona la moderna sede de la entidad, inaugurada en noviembre pasado.
Antiguo corregimiento, Las Flores es un barrio de Barranquilla desde 1988 por un acuerdo del Concejo. En una ciudad que le dio la espalda al río y al mar y que apenas ha empezado a poner en marcha ese reencuentro, los habitantes de Las Flores sostienen, orgullosos, que ellos jamás perdieron las conexiones con la vida fluvial y marítima, y hoy este barrio, colindante con Bocas de Ceniza, merece que en la agenda público-privada se le coloque como uno de los ejes de nuestro desarrollo turístico.
De ahí la importancia de este muelle de cruceros de la Dimar que impulsaron con particular entusiasmo el comandante de la Armada, almirante Ernesto Durán González; el director general marítimo, contralmirante Mario Germán Rodríguez; el vicealmirante Paulo Guevara Rodríguez y el capitán en Barranquilla, Germán Escobar Olaya.
La clave para el desarrollo turístico de Las Flores estriba, sin duda, en conectar alrededor de una misma visión a sus habitantes, a sus activistas sociales y comunitarios, a sus pescadores, a sus empresarios gastronómicos, a los líderes privados con influencia en la zona (entre los cuales se destacan Juan Manuel Ruiseco, Christian Daes, Manuel Del Dago, Alejandro Costa, Óscar Ordóñez, Álvaro Mendoza, William Quiñones, Juan Cediel y Nicanor Flórez), así como a las grandes empresas que operan en el entorno, y, por supuesto, a la Alcaldía Distrital.
Barranquilla es por definición y por su historia una ciudad industrial y portuaria, pero también es, por su proximidad al río y al mar y por su Carnaval, un punto estratégico para la ‘economía naranja’, llamada así por ser este un color asociado al entretenimiento y a la fiesta. El naranja es “el color más feliz”, decía Frank Sinatra. Y fue el BID el que adoptó esta tonalidad para designar a las industrias y empresas ligadas a la cultura, la creatividad y el talento.
El barrio Las Flores tiene todo el potencial para convertirse en un bastión de la ‘economía naranja’. El reto es trabajar en este propósito transformador.
@HoracioBrieva
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