El Mundial de fútbol de Rusia fue un desastre para Alemania. Por primera vez en la historia, la selección alemana fue eliminada en la primera fase. Sin embargo, mucho peor es la crisis sociopolítica que empezó a fraguarse antes del torneo, que ensombreció la actuación del equipo y que acaba de estallar ahora. Mesut Özil, uno de los jugadores más brillantes de su generación y partícipe de la Alemania que ganó el Mundial de Brasil en 2014, declaró el domingo que deja la selección porque se siente víctima de ataques racistas por parte de los medios, la sociedad y la propia federación de fútbol. Özil nació en Gelsenkirchen, el corazón industrial de Alemania, en el seno de una familia de inmigrantes turcos. Siempre ha defendido que en él laten dos corazones, uno alemán y otro turco. Nada especial entre los tres millones de habitantes alemanes con orígenes turcos.
Los problemas empezaron en mayo cuando Özil se hizo una foto con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, junto con otro jugador turcoalemán, Ilkay Gündogan. Le llovieron críticas masivas por posar con un dirigente político indudablemente autocrático. Özil defiende que se entrevistó con Erdogan por “respeto” al cargo de presidente del país de sus abuelos y niega cualquier intención política. Puede ser, pero la foto fue un error. Dicho esto, el futbolista representa a buena parte de la comunidad turca en Alemania. Aquellos que preservan esta nacionalidad han votado mayoritariamente a favor de Erdogan y su reciente reforma constitucional de deriva antidemocrática, algo que parece contradictorio desde una democracia liberal –con todos sus defectos– como es Alemania. Pero eso no va de política. En los tiempos que corren, la gente en muchas partes del mundo parece siempre ir a la búsqueda de una identidad propia y en Alemania mucha gente reivindica sus orígenes turcos, con o sin religión.
Entonces llegó el Mundial y Özil hizo dos partidos nefastos, como casi todo el resto del equipo. Sin embargo, las críticas no se dirigieron a otros campeones como Thomas Müller o Toni Kroos, solo se centraron en si Özil estaba inhibido por el debate sobre la foto o si no tenía ganas de defender la camiseta. La federación y el seleccionador Löw callaron ante estas críticas alimentadas por una ola xenófoba que ha sido aprovechada por la ultraderecha. Para mucha gente, Özil ha pasado de héroe a un hijo de inmigrantes que no quiere integrarse en la sociedad alemana. Entre los alemanes de origen turco, por otra parte, domina ahora la sensación de ser marginados. Es lo que pretende alimentar Erdogan desde hace años; que los turcoalemanes dejen de sentirse alemanes.
Es posible que una mejor actuación de la selección en Rusia, con goles de Özil, nos hubiera ahorrado este triste espectáculo. Pero el “caso Özil” es simplemente un síntoma muy mediático de un problema mucho más profundo que no se puede tapar ni siquiera con otra Copa del Mundo.
@thiloschafer
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