El pasado miércoles se cumplió un año de la sorpresiva elección del hoy presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Mucha tinta y tiempo al aire se ha invertido en estos 365 días en explicar, comprender y criticar la impensable presidencia del presentador de un reality show. No solo los seguidores de la derrotada Hillary Clinton y los medios estadounidenses sino prácticamente todo el mundo siguió las famosas cinco etapas del duelo: negación, enfado, negociación, depresión y aceptación.
El 8 de noviembre de 2016 marcó una de las victorias políticas más importantes del Partido Republicano en Estados Unidos. Los conservadores del país del norte no solo ganaron la Casa Blanca sino las mayorías en ambas cámaras del Congreso. Esto se sumó a sus previas mayorías en las gobernaciones. En conclusión, Trump llegaba a la Oficina Oval con poder de sobra para impulsar su agenda.
Sin embargo, un año después de las elecciones, el panorama de la administración Trump es mediocre. Su nivel de popularidad está alrededor del 37 por ciento: el más bajo de todos los mandatarios norteamericanos desde Harry Truman en 1945 en este punto de su período. Su círculo más interno ha sido diezmado por renuncias y salidas intempestivas desde Stephen Bannon, su ideólogo y estratega, hasta su jefe de gabinete Reince Preibus. Además, los nombramientos y la influencia de su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner han ayudado a cimentar el nepotismo del gobierno.
En materia legislativa Trump ha sido un fracaso. Aún con las dos cámaras legislativas bajo control de su partido, la Casa Blanca no pudo cumplir con su promesa electoral de acabar con la reforma de salud implementada por Barack Obama. Lo que sí ha hecho el magnate de finca raíz, hoy presidente, ha sido desmontar muchas decisiones de su antecesor en temas ambientales, de derechos civiles y otros.
Además, la postura anti-inmigración y antiglobalización de Donald Trump ha forzado a Estados Unidos a abstenerse de servir de potencia líder en el escenario internacional. Alemania, Francia, Canadá y China están ocupando roles más importantes. Rusia es un caso aparte: las autoridades estadounidenses han podido establecer una fuerte intervención del Kremlin en las elecciones de 2016, y hoy varios directivos de la campaña Trump están bajo investigación por esos nexos.
Tras el brexit británico y la victoria de Trump muchos analistas aventuraron un inevitable giro hacia el populismo. Elección tras elección, en Holanda, Francia y Alemania frenaron ese temor, pero las raíces de la rabia siguen tanto en esos países como en Colombia.
En la elección en Colombia en 2018 puede replicarse el fenómeno Trump. Los ingredientes para la receta están ahí: sociedad polarizada, incertidumbre económica, mensajes populistas de lado y lado, imparable deterioro institucional, división regional, rechazo a medios de comunicación tradicional y desdén elitista.
@pachomiranda
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