Hace un mes, cuando Humberto De la Calle escogió a Clara López como su fórmula vicepresidencial, definíamos esa unión en este mismo espacio con un tal para cual.
Pues bien, la verdad es que no tenemos otro término para calificar la alianza que acaban de sellar el decente Sergio Fajardo y la inquisidora senadora Claudia López: tal para cual. Él dice querer ser presidente y ella su vicepresidenta.
Todos tenemos derecho a soñar. Yo por ejemplo no descarto que Jennifer Connelly algún día pueda ser mi novia. Si Fajardo y López quieren mandar en Colombia, ¿por qué diablos Connelly no me puede parar bolas a mí?
Hablar más del matemático Fajardo es una perdedera de tiempo. Ya hemos dicho que él es el candidato del humo, el aspirante de Google y el que, pese a su autoproclamada decencia, acostumbra a sacar periodistas de sus oficinas cuando estos le hacen preguntas incómodas. Entonces dejémoslo quieto que ya el país conoce a su peor enemigo: él mismo.
En cambio, a la politóloga Claudia López es bien difícil de definir. Hace muchos años ya ella tenía un cargo en la primera Alcaldía de Bogotá de Enrique Peñalosa y terminó con problemas fiscales. Pues bien, la Contraloría Distrital la inhabilitó por cinco años para ejercer cargos públicos y la condenó a pagar 103 millones de pesos en favor del erario.
La doctora López acudió a los mecanismos que estaban a su alcance y finalmente consiguió que la Corte Constitucional tumbara la sanción que habría sido proferida en su contra.
Pese a semejante rabo de paja, la senadora López apareció después de las elecciones de 2006 con unos cuadros –elaborados junto a León Valencia– en los que prácticamente llegaba a la conclusión de que en el país todo el mundo era paramilitar y que, por consiguiente, todos los congresistas elegidos en 2006 y cuatro años después también lo eran.
Pues bien, con esos subjetivos cuadros elaborados por la senadora López las autoridades judiciales enviaron a la cárcel a muchos congresistas. Eso sí: a la doctora López nunca se le ocurrió averiguar por las alianzas entre cierto sector de la clase política y las guerrillas. Es decir, para López los homicidios de la derecha son distintos a los de la izquierda.
Y cuando el 20 de julio llegó al Congreso se convirtió, según ella, en el referente moral colombiano. A todos sus compañeros de Parlamento los gritó. A todos, previos alaridos, les decía ladrones dizque porque no iban a trabajar. Tiempo después quedó demostrado que López ha sido una gran ausentista.
Pero, vaya paradoja, la senadora López hablaba en el Congreso de quienes le convenía. Así por encimita: fue santista hasta que le convino; hoy, en campaña, critica al gobierno. Apoyó el proceso de paz con las Farc hasta que le convino; hoy ya le encuentra inconvenientes a las espurias negociaciones de La Habana. Para la senadora el pecado capital más grande que hay en el mundo es la corrupción; extrañamente ha guardado silencio sobre sus amigas Cecilia Álvarez y Gina Parody y el caso Odebrecht.
En síntesis, doctora López, siga en campaña, pero recuerde siempre ver la viga en el ojo propio y no la paja en el ojo ajeno.
@cancinoabog
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