Clamor no son solo gritos de queja y dolor. También es la Red Latinoamericana y Caribeña de Migración, Refugio y Trata de Personas, entre cuyos estudios recientes está la patética situación de Venezuela y su doloroso éxodo, con los componentes de los nuevos modelos de explotación laboral y sexual. Conformada por organizaciones de la Iglesia Católica y el apoyo del Celam, Clamor analiza en detalle la aguda crisis humanitaria de la gente de este país hermano. El éxodo masivo muestra ahora otra faceta del ser humano: la del perverso aprovechamiento de las circunstancias de inferioridad de sus semejantes para someterlos a toda clase de vejámenes laborales.
En Colombia, en donde la migración es alta por la vecindad inmediata y familiaridad, se conocen muchos casos de explotación, pero no tantos de denuncia. La necesidad extrema obliga al silencio. En Estados Unidos, un país en donde la justicia es un estandarte, empresarios venezolanos hacen de las suyas con sus buenos e indefensos paisanos. Se conocen casos de leoninas contrataciones laborales con salarios miserables, como de 25 dólares a la semana con vivienda incluida en apartamentos de pequeñas habitaciones subarrendadas. Están ubicados en zonas semi marginales de Miami, la Capital del Sol, esa soñada ciudad de La Florida del imaginario latinoamericano. La noticia sorprende tratándose de que quienes ejercen esa indignante práctica sean justamente venezolanos. Es sin duda la naturaleza humana.
La organización Clamor ha encontrado un alto grado de indiferencia con el problema por parte de gobiernos vecinos o de naciones que se jactan de la defensa de los derechos humanos. Según la organización, la mayoría de esas naciones no ha asumido una política pública de acogida, como rezan las normas de migración y respeto. Pero se reconocen las medidas de protección en salud y trato digno tomadas por Colombia, Perú, Brasil y Chile.
Tanto uso y abuso del nombre de Simón Bolívar da grima. Fue él quien nos quitó el yugo español, pero ahora un gobierno arbitrario, que invoca para todo al Libertador, ha producido la partida inhumana de millones de ciudadanos que le huyen al hambre, a la inseguridad y a la pauperización de los servicios médicos. Y pensar que fue Bolívar –el 2 de junio de 1816– quien decretó la libertad de los esclavos que se hubieran alistado en el Ejército Patriota para luchar contra el imperio español, pero solo fue hasta marzo de 1854 cuando el presidente de entonces, José Gregorio Monagas, abolió la esclavitud con una frase tallada en mármol: “Queda abolida para siempre la esclavitud en Venezuela”.
No sabía Bolívar, como no sabe nadie lo que va a ocurrir, que Caracas, donde nació, iba a ser la cuna de la desidia político administrativa de un país boyante, cuyos habitantes tienen que irse a Miami, ya no de compras, sino para someterse a los nuevos modelos de esclavitud.
mendietahumberto@gmail.com
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