En el colegio nos hablaron de Epiménides, poeta y filósofo cretense a quien se le atribuye la frase “Todos los cretenses son mentirosos”; famosa paradoja que despierta un singular análisis acerca del valor de verdad que se le atribuye a lo afirmado sin que medie una previa constatación de lo dicho. El bucle en que la paradoja aparentemente desea meternos empieza a caerse cuando se relativiza el alcance de la afirmación: sin datos o pruebas concretas, todos los cretenses no pueden ser mentirosos, aunque el cretense Epiménides lo sea o diga serlo.
Antes y ahora, la paradoja se convierte en una invitación a dudar, a confrontar datos, a preguntarse, a buscar y encontrar la cara del sello, el reverso del anverso, la contraportada de la portada. De la duda parte entonces el conocimiento. Dudar es un derecho fundamental complementario al de no tener que tragar entero.
Para desventura del dudar, el que sea un derecho no necesariamente implica interés por ejercerlo. Por comodidad o flojera, la tendencia pasa por aceptar como cierta cualquier afirmación que más o menos se acerque a lo que nos interesa creer. Y si eso que nos interesa creer se publica en cualquier red, peor. Perdida la capacidad de análisis o el llamado ‘beneficio de la duda’, vamos calificando como verdades las versiones que nos son afines o que son dichas por el gurú de turno. Se vuelve moda creer.
Y en esa moda, nos van metiendo marchas contra la corrupción convocadas por corruptos destituidos, politiqueros que acomodaron las leyes a su acomodo y que ahora posan de indignados por la politiquería, cascadores profesionales en poco disimulada campaña entregando casas con plata del erario, ciudades empeñadas por dos generaciones más de plutócratas pedantes, efímeras famas de whatsapp e índices de favorabilidad por las nubes o por el piso basados en encuestas que nadie sabe quién contesta. En el medio, van todos contentos, todos felices, todos asintiendo. No saben bien por qué asienten, pero van sonriendo. En eso creen. En eso les enseñaron a creer.
En mala hora hizo carrera ese feo dicho popular de “ante la duda, abstente”. Ante la duda lo que todos debiéramos hacer es buscar respuestas. La indignación la debería producir el no poder dudar.
Volviendo al inicio, si hoy Epiménides llegare a tuitear o a enviar un audio por alguna red social con la citada frase, muchos lo volverían tendencia y prueba irrefutable de la generalizada corrupción que rodea a todo lo cretense. En el medio le harían memes, sería tema de la ‘pregunta del día’ de algún noticiero, las autoridades anunciarían la apertura de la correspondiente investigación que nunca se hará, algún candidato a algo hablaría de la degradación social que carcome a Creta, y varios columnistas inferirían que detrás de la frase de Epiménides se esconde una red internacional de fabricantes de paradojas.
Creer es más fácil que dudar. No cabe duda.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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