El Heraldo
Opinión

Buena, abierta y decente

Así los monjes serán y parecerán, porque no podrán engañarnos las apariencias.

El hábito no hace al monje” afirman algunos, honrando el refranero del castellano. Otros más eruditos citan la famosa frase del emperador romano Julio César sobre su esposa Pompeya: “La mujer del Cesar no solo debe serlo, sino parecerlo”. Encuentran argumentos sus contradictores, en otra expresión de la sabiduría española: “Las apariencias engañan”.

Estas frases son populares en su lengua de origen, alcanzando impacto global. Tienen un rango superior al refrán, utilizadas para exaltar el valor de la persona por encima de la apariencia, la imagen, el atuendo o las formas que usan para mostrar su vocación, la conducta, su cultura, el conocimiento, su experiencia o sus tradiciones.

El nosotros solo es posible en la integración del yo. Lo que somos depende de lo que decidimos ser, a causa de la formación que recibimos del contexto al que pertenecemos. La cultura moral de la sociedad se consolida con la suma de las individualidades en la construcción del colectivo.

Pero, ¿puede un monje negar sus hábitos? ¿Engañan realmente las apariencias? ¿Debemos parecer más que ser? ¿Es posible encontrar proporcionalidad entre lo que somos y lo que mostramos? ¿Logra una sociedad ser la mejor proyección de su ciudadanía? ¿Cuál es el modelo ideal de sociedad? ¿Los ideales están más cerca de las utopías que de la realidad? La mayoría de los sociólogos contemporáneos plantearon conceptos que ilustran cómo debería ser la sociedad ideal.

Amitai Etzioni describe su buena sociedad como aquella en la que la gente es un fin en sí misma y no un mero instrumento de intereses oscuros. El Estado, el sector privado y la comunidad articulan esfuerzos para construir a través de la educación, el desarrollo científico y el acceso a la tecnología, el orden social que no sea enemigo de la libertad.

Karl Popper defendía una sociedad abierta en la que todo esté sujeto a la crítica social para proponer los cambios y las soluciones que requieran, garantizando la convivencia pacífica y la justicia, al implementar mejoras y medidas al sistema democrático.

Avishai Margalit presenta la sociedad decente, caracterizada porque las instituciones no humillan a las personas, existe empleo digno para todos, se respetan y protegen los derechos humanos y la corrupción es una rareza a causa de los fuertes valores institucionales que inspiran las personas desde un alto sentido del compromiso social.

Nuestra sociedad posee la capacidad y el potencial para ser buena, abierta y decente, como en otros términos nos define nuestra constitución, al consagrar el ideal del Estado social de derecho. ¿Cómo transitar del ideal a la realidad? ¿Del deber al ser? A través del esfuerzo común y el compromiso colectivo, con una nueva conciencia social soportada en principios que mejoren nuestra cultura política: Creer es el camino para hacer el sueño posible.

Así los monjes serán y parecerán, porque no podrán engañarnos las apariencias.

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