El Heraldo
Revista Miércoles

Invitar a tu pareja a un encuentro sexual

A muchas mujeres les da pena expresar sus deseos sexuales por miedo a ser juzgadas.

Las relaciones sexuales son un elemento muy importante para la felicidad conyugal. Mi experiencia profesional me ha enseñado que la estabilidad matrimonial, al igual que la estabilidad de una silla, depende de la fortaleza de sus cuatro patas, siendo estas el amor, la comunicación, el respeto y la sexualidad (en orden alfabético).

Insisto en el orden alfabético, porque ninguna de las patas de la silla es más importante que las otras tres. En nuestra cultura tiende a exagerarse el valor del amor, como si fuera lo más importante en la vida conyugal, pero la cantidad de parejas que sufren en el matrimonio (o en el noviazgo) por las faltas de respeto, o por la ausencia de buen sexo, son muchas, a pesar de amarse. Hay un excelente libro, escrito por el psicólogo Aaron T. Beck, que se llama Con el amor no basta que profundiza científicamente en esta área de la vida humana.

También en nuestra cultura es común darle poco valor, o referirse menos, a la importancia de las relaciones sexuales en la vida conyugal. Quizás por todos los mitos y prejuicios asociados a la visión sexofóbica que nuestra cultura tiene, que lleva generalmente a ver la sexualidad como algo sucio y pecaminoso.

Uno de los problemas frecuentes que observamos los terapeutas sexuales y de pareja, en nuestra cultura, es la dificultad para invitar al otro miembro de la pareja a tener relaciones sexuales. Cuando una de las personas tiene deseos sexuales, lo natural seria que lo expresara abiertamente a su pareja, y buscara claramente la oportunidad de tener relaciones sexuales. Debería ser lo mismo que cuando una persona tiene hambre. En ese caso lo natural sería decirle a su pareja algo así como: “amor, tengo hambre, porque no vamos a la cocina y preparamos algo delicioso para comérnoslo”. Muchas de las parejas que asisten a terapia de pareja no se comportan de esa manera. Lo usual es que no expresan sus deseos sexuales y cargan muchas veces con la insatisfacción sexual y la frustración que ese estado conlleva.

Señalan los expertos que a muchas mujeres les da pena expresar sus deseos sexuales por miedo a ser juzgadas. En una cultura donde la mayoría piensa (o dice pensar) que las mujeres que tienen deseos sexuales son inmorales o desvergonzadas, existe una presión grande para que la mujer no se atreva a expresar sus deseos sexuales. Por esa misma razón, muchos hombres invitan pocas veces a hacer el amor a sus esposas, pero orientan sus deseos sexuales hacia trabajadoras sexuales. Estos hombres terminan teniendo una esposa en un hogar respetable para tener hijos, y otras mujeres para disfrutar la sexualidad.

También se da el caso, tanto en hombres como mujeres, de problemas de comunicación con sus cónyuges. Una pareja me contaba que ellos nunca habían hablado claramente de sus ganas de tener relaciones sexuales, pero que cuando él tenía ganas se ponía serio y rabioso, y así ella ya sabía que tenía que aprovechar la noche para irse desnuda a la cama y entonces él la comenzaba a tocar. Sin cruzar palabras tenían relaciones sexuales. Al día siguiente todo volvía al trato normal, por dos o tres días. Y así el ciclo se repetía… En terapia mejoraron la expresión de sus deseos y aprendieron a invitarse a tener relaciones sexuales de una forma más adecuada.

 

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