Cómo te sentirías si por padecer una enfermedad se burlan de ti?, ¿cómo reaccionarías si alguien exhibiera la vida íntima de tu hogar?, ¿cuál sería tu actitud si te agreden y calumnian constantemente? Ponerse en los zapatos de quienes han vivido o viven este matoneo en las redes sociales nos acerca a la nefasta realidad del daño sicológico y social que producen, al ser mal usadas por personas perversas que, amparadas en el anonimato, atropellan los sentimientos y la honra de sus víctimas. 

Son tristes y absurdas las historias de jóvenes que pierden su salud mental o se suicidan al no soportar semejante presión o los ataques desmedidos por padecer una enfermedad o por la decisión personal de renunciar a una forma de vida o cambiar de pareja, por ejemplo. 

Lo sucedido recientemente con el senador y excandidato presidencial Antanas Mockus, que recibió agresiones virtuales por los movimientos involuntarios que le produce la enfermedad de Parkinson o la burla al entonces presidente Juan Manuel Santos por un episodio de incontinencia urinaria, producto de su afección prostática, así como el acoso al padre Alberto Linero al dejar el sacerdocio, son una muestra clara de la insensatez de la gente y la utilización negativa y perversa de las redes.

Un dato preocupante lo arroja el estudio ‘Ciberacoso. Aproximación a un estudio comparado: Latinoamérica y España’, de la Universidad Internacional de Valencia, de 2017, que concluye que su prevalencia en Colombia se sitúa en tasas del 40% al 70% durante los últimos 10 años.

Otro estudio científico de ese mismo año, de la Universidad CES, en Medellín, sobre ‘Ciberacoso y comportamiento suicida’, referencia que “el ciberacoso en adolescentes se ha asociado en varios estudios con síntomas depresivos (11,3%), estrés postraumático (23,2%), e ideación suicida (11,3%)”.

Es difícil comprender en su real dimensión el daño que causa en las personas el ‘bullying’ o la calumnia, si no se vive en carne propia.

Hace cinco días viví esta experiencia al diseminarse, por cuentas ‘fake’, mensajes difamatorios en los que se me agravia por haber establecido vida marital con la madre de mi hijo menor, una persona de extracción humilde, muy alejada de las veleidades del lujo que, para ayudar el sostenimiento de sus hermanos menores, trabajó desde los 17 años. Es una mujer esplendorosamente sencilla y auténtica a la que amo y quien llena mi espíritu de felicidad, alegría y tranquilidad.

Más que a mí o a ella, el daño se lo producen a millones de colombianas que, por actitudes arribistas, son menospreciadas por su condición de tener un origen popular.

Se hace necesario intensificar las acciones judiciales y condena social que pongan coto a estas prácticas violentas generalizadas en las redes, y la ciudadanía debe asumir posiciones responsables y no facilitar su acción dañina al seguir reenviando mensajes agresivos.