Hagámonos una purga espiritual
Es tiempo propicio para reflexionar, echar un vistazo a nuestro interior, purgar el espíritu, gozar de los lazos familiares y realizar los ajustes necesarios en nuestras vidas para continuar el camino con la altivez que da la conciencia limpia.
La Semana Santa es la principal celebración de la Iglesia católica, en la que se conmemoran la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, como símbolo de redención de la humanidad.
El creyente en la fe cristiana vivirá plenamente la programación preparada por los templos, con actividades religiosas de adoración, eucaristías, procesiones, recorridos por los monumentos y las loas alegóricas al viacrucis.
En general, es tiempo propicio para reflexionar, echar un vistazo a nuestro interior, purgar el espíritu, gozar de los lazos familiares y realizar los ajustes necesarios en nuestras vidas para continuar el camino con la altivez que da la conciencia limpia. Se cultive o no la fe católica o de otra religión, es esta semana el momento ideal para meditar sobre lo esencial en nuestra estancia terrenal.
En una homilía de enero pasado, el papa Francisco nos habló sobre el estilo del buen cristiano, que bien puede aplicarse al modelo del buen ser humano, al referirse a la mundanidad como factor que arruina a mucha gente, sobre todo ante tantas problemáticas, necesidades e inequidades sociales. “Gente buena pero que entra en este espíritu de la vanidad, de la soberbia, del hacerse ver… No hay humildad, y la humildad forma parte del estilo cristiano. Debemos aprenderla de Jesús, de la Virgen, de san José, que eran humildes”. En ese momento también se refirió a la indiferencia, señalando: “me creo un buen católico, hago las cosas, pero no me preocupo por los problemas de los demás; no me preocupo por las guerras, por las enfermedades, por la gente que sufre... ni por mi prójimo”.
Con estas palabras el pontífice nos llama a reflexionar y no asumir un estilo de vida como el que define san Mateo de sepulcros blanqueados: “por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre”. Es necesario que asumamos nuestra vida con sensibilidad hacia los padecimientos del prójimo, y seamos partícipes de la superación de sus carencias.
Alejados de la presión y la prisa de las actividades laborales cotidianas, podemos sacarle un espacio a la cavilación sobre nuestro rol dentro de la sociedad y cómo ayudar a la atención de los padecimientos de nuestro prójimo. Quizás con una mirada a la familia, al vecindario o a los espacios laborales en que nos movemos e interactuamos, podemos toparnos con precariedades cuya solución o atención pudiera estar a nuestro alcance. Tal vez alguien cercano solo requiere de una palabra, una guía o un mínimo apoyo para superar su padecimiento.
Y, por qué no, de la misma manera en que nutrimos nuestro espíritu y nos sensibilizamos con las necesidades sociales, también disfrutemos del tiempo en familia, del sano esparcimiento y el descanso; lo mismo que probar las exquisiteces de la gastronomía del mar y nuestros dulces tradicionales como el de ñame, auyama, papaya, guandú, entre otros, preparados con cariño y abnegación al interior de la familia por nuestras abuelas y que hoy, con excelente calidad, nos los ofertan las palenqueras en sus palanganas.
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