Cuando alguien nos pregunta cuáles son nuestros tesoros más preciados, inmediatamente respondemos: la vida, la juventud, la amistad y tantos otros más, de acuerdo a nuestros intereses. La vida es todo, es la cualidad esencial del existir; sin duda, lo más valioso.
La juventud es un divino tesoro, como se lo dictó la inspiración al poeta Rubén Darío. Cuando se es joven todo es posible, parece que los límites, los riesgos y hasta las normas no existieran, y cualquier sueño, aun siendo complejo o colosal, nos parece realizable en un pestañear. No es solo un periodo etario o la expresión de la edad cronológica, es también una dimensión mental y existencial que debemos conservar hasta el último momento de la vida.
La amistad es un espacio social significativo basado en la conversación, la comprensión y el apoyo mutuo. De ella florecen valores fundamentales como la lealtad, la solidaridad, el amor, la sinceridad, la incondicionalidad, el respeto y la gratitud. Se cultiva con el trato asiduo, desinteresado y noble. Existen amistades que nacen al instante de relacionarse, mientras otras tardan meses y años, pero todas se consolidan y maduran con el tiempo; son como el vino de guarda, el tiempo les da la exquisitez. También es uno de los medios más importantes para lograr ese bien preciado que denominamos felicidad.
Antiguos filósofos griegos reconocieron el valor de las relaciones amistosas entre las personas. En su Ética a Nicómaco, escrita cuatro siglos antes de Cristo, Aristóteles expresa con tino que “nadie elegiría vivir sin amigos, aunque poseyera todos los demás bienes”.La Biblia, en el libro del Eclesiástico, describe al amigo fiel como la protección segura, además de señalar que quien lo encuentra ha encontrado un tesoro y que su valor no se mide con dinero. En la obra universal de Antoine de Saint-Exupéry, El Principito les dice a las rosas que son similares a lo que era su zorro, uno parecido a miles de zorros, “pero yo le hice mi amigo y ahora él es único en el mundo”.
El amigo siempre tiene tiempo y disposición. Nos escucha, comparte el silencio, nos acompaña en los éxitos y los fracasos. Su solidaridad y compañía siempre está disponible; por ello, es un elixir vital.
La amistad es recíproca, sus vínculos fraternos trascienden en el tiempo y la distancia,brinda bienestar emocional y salud corporal, como lo han establecido análisis científicos.
Un estudio interesante, que corrobora que somos parecidos a nuestras amistades, al establecer respuestas neuronales similares entre gente con esta cercanía,fue elaborado por investigadores de la Universidad de California y del Dartmouth College (2018) quienes también analizan que la falta de estas relaciones es nociva;puede impactar negativamente la salud y los propósitos personales y profesionales.
La amistad es un tesoro: tiene la virtud de hacer gozosa la vida, nos alivia los dolores del alma, si no puede ayudarnos a solucionar los males físicos nos acompaña a sobrellevarlos, y promueve alegrías y felicidad. Debemos cultivarla siempre.
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