¿Qué pasó en Chile?
Por otro lado, Gabriel Boric representaba el siglo XXI. Un joven carismático con una propuesta ética para seguir avanzando hacia un país con más crecimiento, con menos desigualdad y con una institucionalidad democrática que establezca un límite de calidad de vida bajo el cual ninguna persona debería vivir.
Son tantos los amigos y conocidos que me han llamado o escrito preguntándome qué pasó en Chile que quiero expresarles brevemente mi punto de vista.
No son válidas las comparaciones entre países. Cada uno tiene su propia historia. A partir del regreso a la democracia en el año 1990, Chile destinó el 70% de los recaudos tributarios a un sistema de protección social que permitiera construir una sociedad capaz de asegurar las garantías fundamentales, a fin de que todas las personas tuviesen acceso equitativo a las oportunidades de progreso y de protección, lo que le permitió ostentar indicadores de calidad de vida muy superiores al promedio de América Latina.
Hoy el 80% de los chilenos viven en casa propia con electricidad, agua potable y alcantarillado. Ocho de cada diez niños que inician la escuela terminan su bachillerato, y la mitad, por méritos, tiene educación superior gratuita. Es el país con menos gente viviendo en pobreza: el 17%. Antes de la pandemia era solo el 13%.
Dos premisas fundamentales permitieron al país el progreso; siendo una coalición política de centro-izquierda, construyó una amplia y sostenida colaboración público-privada. El ámbito público ayuda al privado y este es consciente de que se requiere aportar tributos para una sociedad más justa y cohesionada.
La segunda premisa era reconocer que en democracia se expresan posiciones diversas, si bien las fuerzas políticas comparten un horizonte mínimo que está por encima de los intereses partidistas. Aunque siempre hay minorías extremistas, en la mayoría de los chilenos prevalece el espíritu republicano.
Hoy llegan al Gobierno con una amplia mayoría los hijos de esa democracia, insatisfechos porque el país se ha estancado y hay deudas pendientes que implican reformas especialmente en salud, pensiones, educación, igualdad de género y reconocimiento de los derechos de los pueblos originales.
En esta última elección chilena se enfrentaron dos visiones de país. Una que pretendía volver al pasado, donde se llegó hasta a dudar del derecho a voto de las mujeres, que no reconocía la diversidad de familias y que pretendía volver a formas autoritarias para reestablecer el orden social, y combatir el delito y la migración, especialmente de personas venezolanas.
Por otro lado, Gabriel Boric representaba el siglo XXI. Un joven carismático con una propuesta ética para seguir avanzando hacia un país con más crecimiento, con menos desigualdad y con una institucionalidad democrática que establezca un límite de calidad de vida bajo el cual ninguna persona debería vivir.
En América Latina, sea de izquierda o derecha, la vieja clase política está demostrando que no han sido capaces de construir sociedades más dignas. El aumento de la pobreza, del crimen, de la desesperanza agobia a toda la región. Es quizás hora de darles oportunidades a las nuevas generaciones. En Chile, las mujeres menores de 50 años y la juventud se volcaron a elegir a Gabriel Boric, dándole la más alta votación de la historia. Ojalá le vaya bien, para que a los chilenos les vaya bien.
Gracias por leer esta columna, mis deseos de mucha salud y prosperidad para el año que viene.
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