Nuevos ricos, nuevos pobres
El caso Sarmiento Angulo es una forma de acumular riquezas en el siglo XX. El otro personaje colombiano, David Vélez, es el millonario del siglo XXI. Él y dos socios crearon una financiera digital que logró colocar acciones por dos mil seiscientos millones de dólares en las bolsas de Nueva York y Sao Paulo, siendo hoy el banco más valioso de la región con cuarenta y ocho millones de clientes.
Como nos enseñó Robert Merton, la meta cultural del modo de producción capitalista es la acumulación de riqueza. Hay que crecer económicamente como país, empresa o individuo.
¿Por qué algunas personas pueden acumular tanta riqueza y a otros no les alcanza ni para comer? Las variables para dar una respuesta son muchas.
En estos días tuve acceso a entrevistas a los dos hombres colombianos más ricos. Vicky Dávila entrevistó a Luis Carlos Sarmiento, un hijo de la clase media, ingeniero de la Universidad Nacional, que hizo su fortuna mediante la contratación pública y el sistema bancario.
Sus empresas generan más de cien mil empleos de calidad, pagan el 3% del total de recaudos tributarios, y hacen filantropía, como la construcción del próximo hospital para el tratamiento del cáncer más moderno de América Latina. A sus 88 años sigue soñando con nuevos proyectos.
El caso Sarmiento Angulo es una forma de acumular riquezas en el siglo XX. El otro personaje colombiano, David Vélez, es el millonario del siglo XXI. Él y dos socios crearon una financiera digital que logró colocar acciones por dos mil seiscientos millones de dólares en las bolsas de Nueva York y Sao Paulo, siendo hoy el banco más valioso de la región con cuarenta y ocho millones de clientes.
En síntesis, en menos de ocho años Vélez hizo una fortuna más grande que la de Sarmiento que lleva más de 60 años en el ruedo. Aunque en la entrevista prometió usar su dinero “para resolver problemas y el dolor que existe hoy”, hasta ahora nada.
Pese a haber muchas variables para entender cómo algunas personas logran el éxito económico, con un grupo de psicólogos de Colombia, Chile y Brasil estudiamos durante diez años el origen y evolución del pensamiento económico.
En la infancia, el deseo es el único requisito para lograr cualquier objetivo. Hay una relación mágica con el dinero. Su pensamiento no les permite entender su origen ni los procesos para adquirirlo. En una etapa posterior —cuando jóvenes y adultos logramos una forma de pensamiento subordinado—, asociamos trabajo con dinero y comprendemos ciertos preceptos morales de cómo obtenerlo.
Hay un tercer nivel —el pensamiento económico inferencial que seguramente tienen Sarmiento y Vélez—, y es la capacidad de comprender e hipotetizar sobre el mundo económico, estableciendo relaciones entre procesos, sistemas y ciclos económicos.
Para ello se necesita un alto nivel de pensamiento abstracto. Esto no es el origen de sus fortunas, pero sin esta cualidad sería muy difícil haberlas logrado.
Dejemos el último espacio a nosotros los nuevos pobres. Si usted es de clase media, sepa que cada día se está empobreciendo. Cuando sube el dólar y crece la inflación, la vivienda que logró comprar vale menos, su sueldo disminuye, su ahorro con un CDT a un año al cobrarlo el dinero va a valer menos.
Qué importante sería enseñarles a nuestros hijos cómo desarrollar el pensamiento económico, para que cuando adultos puedan generar riqueza, y no ser unos despilfarradores solo motivados por sus deseos.
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