Todos en América Latina quisiéramos vivir en Jauja, un lugar que encontraron los conquistadores en Perú, donde existe un excelente clima, había abundancia de alimentos y habitaciones llenas de oro. Jauja era el paraíso, eso es lo que pensaban los españoles que llegaron a esas tierras.

Jauja está en todas nuestras mentes. Hoy el concepto, según la Real Academia Española, es sinónimo de prosperidad y abundancia. Un mundo feliz al que todos aspiramos.

Qué lejos estamos de ese mundo maravilloso de las oportunidades ilimitadas: la realidad es que la vida que hemos construido en América Latina es cada vez más despiadada, con ciudades llenas de gente viviendo en condiciones de pobreza y desempleo, donde millones de personas migran de sus países huyendo de las carencias y de los gobiernos despóticos; mientras los medios de comunicación, de manera incesante, nos llenan de malas noticias y donde el único refugio de muchos, para calmar las angustias, está en el consumo de alcohol y drogas.

No hay que desfallecer. Los europeos en el siglo pasado vivieron dos guerras atroces, y treinta años después volvieron a ser países prósperos. El punto de partida podría ser reducir los odios que nos dividen y nos enferman, y ensayar ideas nuevas que permitan experimentar salidas racionales a nuestros problemas. La historia de la humanidad nos demuestra que el futuro siempre será mejor. 

Nuestro presidente Gustavo Petro todos los días nos sorprende con una idea nueva que pone a pensar al país, como la posibilidad de asignar a cien mil jóvenes un millón de pesos mensuales. ¿Es esta una medida acertada? 

Desde hace algún tiempo he estudiado con detención a un intelectual de los Países Bajos, Rutger Bregman, quien publicó el libro  Utopía para realistas, donde propone una renta básica universal, la semana laboral de quince horas, y un mundo sin fronteras.

Una de sus propuestas es que debíamos dar dinero gratis a todo el mundo, y en su libro nos muestra muchos experimentos de municipios que lo han hecho y todos han demostrado que esta idea no es fútil ni peligrosa ni perversa. ¿Acaso en América Latina puede existir un sistema más perverso de bienestar social que el actual? Generalmente muchas políticas sociales terminan en los bolsillos de los contratistas, sin que los beneficiarios directos reciban algún beneficio, ¿No sería más útil entregarle directamente el dinero al beneficiario? 

Si usted revisa, por ejemplo, el programa Familias en Acción, que entrega dinero directamente a las familias y que muchos critican porque no ha cumplido su objetivo de mejorar la nutrición y bajar la deserción escolar; si usted hoy quitara ese beneficio, habría un 10% más de pobres en el país. Según estudios de la Universidad de los Andes, Familias en Acción es uno de los dos programas con más rentabilidad social en el desarrollo humano del país. 

Nos guste o nos disguste, el mundo camina hacia una renta básica universal. Esta experiencia con los cien mil jóvenes colombianos debemos evaluarla rigurosamente a ver si se confirma, como ha ocurrido, que está siendo útil en muchas partes, según nos demuestra Bregman, para que ellos despeguen a una mayor calidad de vida o será una nueva frustración.