El Heraldo
Opinión

Añorando el rebaño

Estos días de encierro hemos aprendido a conectar de nuevo con lo sencillo de la vida: valorar lo simple, leer un libro, cocinar, sentir el transcurrir de las horas, que a veces se sienten demasiado lentas.

No niego que me angustia la sensación extraña de que —aunque mantengo conexión vía internet en las redes sociales y clases virtuales—, no puedo entrar en el mundo de una manera real. No estamos presentes en el mundo; este gira sin uno porque esta pandemia lo ha cambiado todo.

No sé si a usted le ocurre lo mismo, pero cada día se añora más el rebaño. Tomar un café con los amigos, salir a las calles y centros comerciales, hablar con los alumnos sin que medie una pantalla, escuchar los chismes del día, sentir la amistad y solidaridad, que es lo que mantiene nuestra vida comunitaria.

Hay un deseo intenso de estar presente en el mundo, en una relación cara a cara, sin tapabocas, sin sentir miedo del contacto del otro y sin entrar en pánico si alguien estornuda. Los seres humanos somos gregarios, nos gusta vivir en rebaño.

También hay una angustia por el presente, el futuro del país y de toda la sociedad. Algunos buscan la tranquilidad en la religión, otros esperamos una respuesta oportuna de la ciencia, que hasta ahora lo único que sabe es que sabe muy poco sobre este virus, y que no hay una solución a corto plazo.

Con frecuencia escucho al presidente Duque y a su equipo, que se esfuerzan por llevar tranquilidad y nos anuncian nuevas medidas; la mayoría de corto plazo porque cualesquiera sean los recursos, estos son insuficientes cuando hay que cubrir simultáneamente muchos ámbitos, especialmente tres de ellos.

El primero es cuidar la salud de las personas. Esta pandemia nos encontró con un sistema de salud frágil. Aunque hasta ahora, comparativamente, no nos ha ido tan mal, no deja de sentirse desazón ante el balance diario del número de fallecidos.

El segundo ámbito es la economía del hogar. Más de 10 millones de colombianos, la mayoría cabezas de familia, se encuentra en la paradoja que si salen de la casa amenazan su salud y la de su familia; pero si se quedan en casa pueden morir de hambre. No todas las personas padecemos la pandemia de la misma manera. Nunca la pobreza y la informalidad laboral se habían hecho tan evidentes como ahora. Aunque hemos constatado mucha solidaridad, esta cuarentena ha profundizado aún más las desigualdades.

El tercer ámbito es la economía empresarial. La inmensa tarea de que en estos meses de cuarentena no desaparezcan las empresas y el frágil desarrollo empresarial del país, es también tarea del Gobierno. Se deben tomar en estos momentos las medidas necesarias de protección.

Es difícil pensar que volveremos a la normalidad de nuestra antigua existencia. El virus está destruyendo muchas vidas y creando un desastre económico incalculable. Muchos pregonan que esta trágica experiencia nos hará cambiar para bien y nos volveremos mejores personas. Sobre esto soy un escéptico. Hegel escribió que lo único que podemos aprender de la historia es que no aprendemos nada de la historia. Amanecerá y seguiremos dándonos garrote.

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