La elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil ha suscitado múltiples opiniones que tratan de explicar las razones que llevaron al gigante suramericano a cometer semejante despropósito. Como suele ocurrir, en ocasiones las respuestas de los analistas resultan aún más torpes que la torpeza que pretenden analizar.
Uno de los argumentos más repetidos es que la vergonzosa decisión del electorado brasileño fue la expresión libre y soberana de un pueblo que reaccionó ante las erráticas y corruptas actuaciones de la izquierda en el poder, lo cual querría decir que el culpable de que Brasil haya elegido como su presidente a un fascista, misógino, homófobo, racista y nostálgico de la dictadura, es el PT y ‘Lula’ Da Silva, y no quienes votaron por el candidato impresentable.
Un análisis de este tipo perece, por ingenuidad o por pereza, en la superficie del fenómeno democrático en América Latina, una región en la que una y otra vez escogemos remedios mucho peores que la enfermedad de la cual queremos curarnos.
La verdadera razón de la decisión política que han tomado los brasileños el pasado domingo es su monumental ignorancia, no por votar a la derecha –a lo que tienen derecho–, no por querer escarmentar a la izquierda presuntamente ineficaz y corrupta –a lo que están obligados–, sino por elegir a un personajillo sectario y profundamente inculto, que amenaza con echar por tierra todas las conquistas que la sociedad civil ha logrado con tanto esfuerzo, luego de décadas de autoritarismo.
De manera que, para que nos vayamos entendiendo, no es que los brasileños votaron por Bolsonaro porque la izquierda les falló, sino que lo hicieron porque son ignorantes, como ignorantes somos todos los votantes latinoamericanos, además de superfluos, alienados e indolentes.
Ahora bien, si esta explicación resulta para algunos políticamente incorrecta, un insulto a los votantes del país hermano, un menosprecio a las calidades intelectuales de los millones de latinoamericanos que ejercemos cada tanto nuestro deber democrático, un grosero desconocimiento de la solvencia moral que nos define, entonces el asunto es aún más grave. Porque si los sufragantes de Brasil votaron informados, con plena conciencia, madurez y responsabilidad, significa que la mayoría desprecia a las mujeres, odia a los homosexuales, detesta a los negros, simpatiza con el fascismo y añora la dictadura, tal como lo ha expresado, sin ambages, el presidente que eligieron.
No se sabe cuál de las razones es más oprobiosa, si la que explica la incorregible estupidez política de América Latina, o la que aclara que somos gente cuya felicidad depende del odio, la intolerancia y la violencia.
@desdeelfrio
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