Leo, en el perfil de Twitter de la senadora María Fernanda Cabal, que todos los días es más un muro de la infamia que una tribuna política, un trino redactado en su desprolijo y mediocre estilo: “No ‘lideresas’; ese afán del marxismo cultural en poner ‘a’ a las palabras para reivindicaciones estúpidas de género, no debería ser adaptado en los comunicados de gobiernos que no comulgamos con la ideología pobresista (sic)”.

Al margen de la pésima redacción de este panfleto de 220 caracteres, llama la atención la desfachatez con la cual la senadora declara que ella hace parte del Gobierno, es decir, del Ejecutivo, o, más claro, que ella, siendo parlamentaria, tiene el derecho de hablar como si fuese una ministra o una presidente (estoy de acuerdo con ella en el asunto del lenguaje incluyente). 

“(…) no debería ser adaptado en los comunicados de gobiernos que no comulgamos con la ideología pobresista”., dice Mafe, sin que le tiemble por un segundo el dedo manipulador de teclas y conciencias. No le tiembla el dedo, ni la voz, porque los principales líderes del partido que puso en la presidencia al desconocido Iván Duque saben que lo hicieron precisamente para soplar en el oído del jefe de Estado nominal las más importantes decisiones, mejor dicho, para gobernar. 

Con algunas horas de diferencia se conoció un video en el cual otro senador, esta vez Álvaro Uribe -el jefe de Mafe-, le da órdenes a la directora de la Agencia Nacional de Tierras, Miriam Martínez Cárdenas, acerca de las medidas que debe tomar la funcionaria con los resguardos indígenas en Caldas y Cauca. En el documento audiovisual el supremo líder de la ultraderecha en el poder, a quien la funcionaria se dirige respetuosamente como “presidente”, no solo ejerce su verdadero papel de mandatario de facto, sino que lo hace en público, a la vista de todos, con el altavoz de su teléfono encendido para que todo el mundo tenga claro quién es el que manda. 

Lo que en otros países hubiese suscitado una grave crisis institucional, por cuenta de un hecho que demuestra una evidente usurpación de las funciones exclusivas del presidente de la República, aquí pasa casi desapercibido; lo que en otros países provocaría una profunda investigación de los entes de control, aquí se naturaliza, como se ha naturalizado desde siempre la violencia y la corrupción; lo que en otros países generaría un juicio político al presidente en el Congreso, aquí no pasa de ser una anécdota que ilustra un episodio más del cinismo de los dueños; lo que en otros países sería noticia de primera plana, aquí no pasó de poblar por poco tiempo algún rincón casi perdido de páginas y secciones de chismes.

Porque aquí no existe una separación real de poderes, porque aquí el delito y la procacidad se juzgan a la luz de las conveniencias, porque aquí la oposición gasta su tiempo cazando las peleas de los ególatras, porque aquí los medios de comunicación con más audiencia están en manos de empresarios que les atan las manos, porque aquí –como lo vimos y lo seguiremos viendo– los congresistas asumen las funciones del presidente, porque aquí no tenemos presidente, porque esto que tenemos aquí, definitivamente, no es un país. 

@desdeelfrio