Les dimos la papa y más
Una de las noticias que más ha llamado la atención es que Ucrania es uno de los mayores exportadores en el mundo de maíz, trigo y cebada.
La guerra en Ucrania nos ha puesto a informarnos mucho más sobre ese no tan pequeño pero sí muy antiguo país del Este de Europa. Una de las noticias que más ha llamado la atención es que Ucrania es uno de los mayores exportadores en el mundo de maíz, trigo y cebada. Desde la época del imperio romano, para tener una referencia más cercana a nuestro tiempo –lo que significa dos mil años de historia-, llegaban cada rato a Ostia, el puerto de Roma, navíos cargados de trigo desde el Mar Negro, espacio de la guerra actual, para alimentar a la población que se sublevaba por el hambre poniendo a temblar a cónsules y emperadores.
Es curioso que el maíz se encuentre entre esos productos agrícolas que exporta Ucrania. Junto con la papa, el tomate, el aguacate y el chocolate, el maíz fue uno de los aportes alimenticios americanos que llegó a las mesas de Europa tras la conquista española, en particular la de México. En las crónicas de Bernal Díaz del Castillo se mencionan en la ruta seguida por Hernán Cortés hacia México-Tenochtitlan los maizales y regalos abundantes en oro, por supuesto, y en maíz que los nativos les ofrecían a los conquistadores para ganarse su amistad. La papa se cultivó después en los campos europeos hasta convertirse en una solución a las hambrunas periódicas por las que ha pasado Europa durante tantas guerras. El escritor mexicano Octavio Paz cuestionó la idea que se ha impuesto sobre el desarrollo siguiendo el modelo del llamado primer mundo para distinguir países desarrollados de los subdesarrollados. Afirma por ejemplo que entre los índices del desarrollo figuran el trigo y el maíz: comer pan de trigo es uno de los signos de que se está más allá del subdesarrollo, mientras que comer tortillas de maíz indica que se está más acá, suponiéndose además que el trigo es más nutritivo y que consumirlo revela que se ha dado el salto de la sociedad tradicional a la moderna. Son comparaciones meramente cuantitativas, sin ninguna lógica, que menoscaban la contundencia de las realidades culturales como sería el caso de nuestra tradición popular y alimenticia que realza los valores nutritivos de la arepa antioqueña con queso campesino y de nuestra ‘arepaehuevo’ de la Costa.
Con base en esos criterios faltos de lógica los muertos por hambre durante la guerra de los Treinta Años del siglo XVII europeo habrían sido atrozmente elevados si la población no se hubiera alimentado con la papa de origen americano. Tampoco existirían las ricas papas fritas de los franceses que de ricas tienen la manera de freirlas pero de nutritivas el tubérculo de acá de donde salieron y les da sustancia.
Por eso sorprendió que con el potencial agrícola de la región latinoamericana, y en particular nuestro país, la agencia para la alimentación de la ONU haya divulgado en febrero que estamos abocados a una inseguridad alimentaria. La insuficiencia, si la hubiera, sería por inestabilidad política y mal manejo de la economía agrícola. Un tema que por parecer absurdo no debe ser ajeno a las propuestas de los candidatos presidenciales.
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