Educarse en la tribu
En las escuelas y colegios no se pueden hacer milagros con el niño y el joven que ya viene torcido y maltratado y falto de amor en el hogar. Se harán remiendos, intentos de reparar un tejido que ya proviene descosido. La tribu es la que mantiene y anuda el lazo que lo lleva a uno de cero al final cuando ya no hay que aprender más porque llega el desprendimiento, el adiós a la tribu.
Un informe reciente del Banco Mundial dice que los niños de América Latina y el Caribe habrían perdido, después del covid-19, el equivalente a 1,5 años de aprendizaje por falta de escolaridad. Y estima que esa pérdida se reflejaría en el futuro en una disminución del 12 % de sus ingresos.
Ahora cuando se debate el impacto social y humanístico que la educación debe tener con el cambio de gobierno, los ojos se vuelven al Ministerio de Educación al que le corresponde liderar una política de largo alcance. Todos los niños y jóvenes colombianos son la población más vulnerable, en particular aquellos de familias de escasos ingresos económicos, que son la mayoría.
Es otra razón, y de peso, para pensar que la gratuidad de la matrícula en la educación superior que se propone el Ministro entrante tiene que ser un objetivo bien planificado y realista. No se trata solo de más cobertura, sino de universalizar con calidad la educación para una población de cerca de 20 millones entre los 0 y 25 años. Me fui hasta el grado 0 de edad de los niños recordando el título de uno de los libros más leídos de Roland Barthes entre los comunicadores : El grado cero de la escritura. Generalmente pensamos que los niños empiezan a educarse yendo a la escuela. Otros pensamos que el aprendizaje empieza antes, y creemos que nacer es empezar a aprender.
Leí un artículo del médico cartagenero Orlando Bustillo que cita un proverbio africano : “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”. La tribu somos todos, los padres, la familia, los docentes, la sociedad educadora. En las escuelas y colegios no se pueden hacer milagros con el niño y el joven que ya viene torcido y maltratado y falto de amor en el hogar. Se harán remiendos, intentos de reparar un tejido que ya proviene descosido. La tribu es la que mantiene y anuda el lazo que lo lleva a uno de cero al final cuando ya no hay que aprender más porque llega el desprendimiento, el adiós a la tribu.
Pero mientras dure la vida, necesitamos ser sólidos y felices con lo que aprendemos. Pues bien, nuestros niños y jóvenes están perdiendo años de la solidez que proporciona el aprendizaje. Antes se decía “la alegría de leer” para referirse a la totalidad de ese aprendizaje durante toda la vida. Sin embargo, los estudios más recientes del Banco Mundial nos están advirtiendo que está funcionando mal la cadena del aprendizaje hogar-escuela-sociedad : el rendimiento de la lectura y la escritura (la llamada lectoescritura) y matemáticas de los estudiantes de primaria ha caído a niveles similares a los de hace más de diez años. ¿Qué hacer? La recuperación educativa de los años perdidos debe estar en el lugar más alto de la agenda pública del Ministerio de Educación : asegurar el bienestar socioemocional, valorando la cadena de soporte que ofrece la tribu con el aporte de los docentes que acaban de darle forma al conocimiento que comparten con niños y jóvenes. ¿No será esa la labor más excelsa de la educación, que no es el Estado solo sino la imbricación de estado-sociedad-y tribu que la hacen posible?
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