El Heraldo
Opinión

Con sentimiento

A un compañero de primaria, y luego de bachillerato y otros estudios más, que vive en España, le escribí el lunes pasado un mensaje de wasap con el que le enviaba el video en que Poncho Zuleta cantaba: “ya murió Diomedes Díaz y ahora sigue Jorge Oñate”, chanza que el mismo Oñate, ahí presente, recibió menos festivo pero  con paciencia. Nadie va a querer una muerte anunciada ni siquiera en un canto vallenato por más bonito que suene.

A renglón seguido, le escribí al amigo barranquillero, Alfredo Cortés Daza, que le enviaba el video acordándome con cariño de él y de sus ancestros de Villanueva en La Guajira. Me respondió desde el recodo mediterráneo, apenas saliendo de las nieblas del invierno, supongo, donde tiene su casa, que desde que supo la muerte de Jorge Oñate había estado oyendo de corrido vallenatos frente al reposado mar de  Alicante.

Después de esta interminable pandemia que se está llevando a antiguos profesores, amigos, juglares sin respetar condición, ¿qué nos va a quedar para recoger? Quizás recuerdos y nostalgias.  Mi amigo de infancia, graduado en filosofía y humanidades como yo, -nuestro pasaporte más fiel y seguro-, y que ha publicado poemas sensibles y sonoros, cuentos y relatos que he leído con fruición, posee, para los que somos hijos de una época en que recitábamos de memoria a Barba Jacob y leíamos en voz alta a Homero, ese sentir esencial que acá en la Costa llamamos sentimiento. Así fue como registramos la muerte de El Ruiseñor, y yo por mi parte, que no soy conocedor de oficio de los Clásicos de la provincia, como los llama Carlos Vives, sino apenas un aficionado apegado a sus raíces, compartí la tristeza que se ha tomado a la región por esta desaparición que la muerte se encarga de machacar por ser su autora implacable.

La metáfora del ruiseñor es como un lazo de unión entre poetas y trovadores de nuestra lengua, tal como Chavela Vargas lo cantó percibiendo que el pájaro de los bosques frondosos se había posado en la ventana de la habitación del poeta García Lorca cuando ella la visitó antes de morir, y en donde palpó la fuerza de ese vínculo, la misma que le hizo escribir a Lorca aquel poema: “En la mañana verde quería ser corazón. Corazón. Y en la tarde madura quería ser ruiseñor. Ruiseñor”. Jorge Oñate lo dijo a su vez: ”Ruiseñor de mi valle y de todo el pueblo americano. Tú que sabes cantarle a una pareja de enamorados”. El duelo que recorre la región revela todo lo que nos une por encima de las discordias. Que el cantar y la música sean una conexión entre las gentes de un pueblo que habla el mismo idioma y celebra con iguales sentimientos es para agradecer cuando la polarización, y hasta la inquina, parecieran haberse tomado la comunicación, como en las redes sociales, creando enfrentamientos que quienes pescan en río revuelto aprovechan para azuzar. Mejor es la concordia y  soñar con los amigos, como canta El Ruiseñor en Alicia Dorada, ahí donde todo el mundo lo quiere a uno, vallenato que se ha repetido ahora más que nunca por la forma tan sentida como lo interpretó.

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