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Opinión

Bañados en sangre

Calificar de desgarrador este nuevo hecho de sangre es repetir lo dicho treinta veces este año e innumerables años atrás. Los adjetivos para lamentar los ataques con armas de fuego están gastados en un país que lleva desde 1968 un millón y medio de norteamericanos que han perdido la vida a balazos, más muertes que la suma total de todas las muertes sufridas en guerra por ese país desde que se disparó el primer tiro de la Revolución estadounidense (1773), dato que tomo del libro Un país bañado en sangre del admirado escritor neoyorquino Paul Auster, publicado este año. Lo estaba leyendo cuando vi la noticia de la matanza en el colegio de Nashville ocurrida el pasado lunes 27 de marzo.

En solo tres meses de este año, se han dado 30 incidentes con armas de fuego en escuelas de los Estados Unidos. Resultado : ocho muertos y veintitrés heridos. La semana pasada sucedió un nuevo tiroteo protagonizado por su ex alumna Audrey Hale, mujer de 28 años, en un colegio de Nashville (Tennessee). El saldo : tres niños y tres adultos muertos. La mujer fue abatida por los agentes de policía que llegaron al lugar.

Calificar de desgarrador este nuevo hecho de sangre es repetir lo dicho treinta veces este año e innumerables años atrás. Los adjetivos para lamentar los ataques con armas de fuego están gastados en un país que lleva desde 1968 un millón y medio de norteamericanos que han perdido la vida a balazos, más muertes que la suma total de todas las muertes sufridas en guerra por ese país desde que se disparó el primer tiro de la Revolución estadounidense (1773), dato que tomo del libro Un país bañado en sangre del admirado escritor neoyorquino Paul Auster, publicado este año. Lo estaba leyendo cuando vi la noticia de la matanza en el colegio de Nashville ocurrida el pasado lunes 27 de marzo.

Para ser un libro de un literato como Paul Auster podría uno confundirse pensando que el autor es otro, pues se trata más de un ensayo periodístico muy documentado con cifras, fechas y estadísticas que abruman al lector. Pero desde el inicio y  hasta el final del libro uno nota que el narrador aborda esa “desgarradora” historia del uso de las armas de fuego en su país desde una perspectiva existencial en la que su vivencia es el testimonio probablemente más impactante –como para mi lo es- de la tragedia que vivió en el seno de la familia : un 23 de enero de 1919, después del final de la Primera Guerra Mundial, “mi abuela mató de un tiro a mi abuelo”. Ambos estaban separados. El abuelo vivía con sus hijos y otra mujer. El padre de Auster, que presenció la escena cuando tenía seis años y medio junto con su tío de nueve años, estaban en la misma casa del infausto acontecimiento, en habitaciones contiguas. Sin duda alguna, un hecho tan violento dejó a los hijos, a toda la familia, a todas las generaciones futuras, sumidos en un trauma que en el fondo es lo que impulsó irremediablemente a Auster a escribir el ensayo que comento, ya que la venta y uso libres de las armas de fuego están estrangulando a la sociedad estadounidense. 

La reflexión de Auster es pertinente: estamos divididos entre los que creen que la democracia otorga a los individuos la libertad de hacer lo que les plazca y los que creen que vivimos en sociedad y somos responsables los unos de los otros.

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