Jeanne Moreau
Una actriz que representó a la mujer con toda su dimensión y complejidad.
La primera vez que vi una película con Jeanne Moreau fue Jules and Jim (1962), dirigida por François Truffaut, que le trajo tanto reconocimiento y donde representa un triángulo amoroso de nefastos resultados. A pesar de que llevaba mas de una década, me pareció tan vigente como si fuera reciente. No se cuantas veces la alcancé a ver, cada vez con otros ojos, pero lo cierto es que la cinta supera el paso del tiempo, como sucede con tantas otras en las que participó.
El reciente anuncio de su fallecimiento nos hace recapacitar sobre su trayectoria, que cuenta con más de cien películas e innumerables premios y reconocimientos, superando a cualquiera de su época. Pero no se trata de enumerarlos, sino de recordar el legado que deja su obra marcada por su intelecto y sus valores.
Desde muy temprana edad, Moreau tuvo que confrontar las exigencias de un padre estricto y conservador que le prohibía contacto con el mundo exterior, menos aún con la actuación, la cual tuvo que ejercer a escondidas, hasta que el éxito la delató apareciendo en las primeras paginas de los periódicos. La furia del padre hizo que fuera expulsada de casa con escasos veinte años de edad, hecho que la marcó para siempre en la tarea de comprobar las virtudes de la profesión que escogió.
Del teatro pasó a la gran pantalla, la cual consideró una forma de vida más que una carrera. Trabajó con los más importantes directores franceses e internacionales como Jean-Luc Goddard, Jean Renoir, Louis Malle, Peter Brook, Michelangelo Antonioni, Luis Buñuel, Wim Wenders y otros tantos reconocidos como cine de autor.
Según Orson Welles, con quien filmó El Proceso en 1962 y Una historia inmortal en 1968, era “la mejor actriz del mundo”, y fue él quien la impulsó no solo a trabajar frente a las cámaras sino detrás de ellas, dirigiendo Lumière en 1976, L’Adolescente en 1979 y el documental Lillian Gish en 1983.
Aunque fue considerada la “femme fatale” del cine francés, su capacidad intelectual y sus principios de libertad e igualdad estuvieron siempre por encima de las apariencias. Nunca se sometió a cirugías plásticas, apreciando cada año de vida como un regalo de sabiduría. Tampoco se vendió a los resultados de la taquilla y aunque el maquillaje pudiera transformar su imagen poco convencional, su capacidad de expresión corporal y manejo del tono de voz la llevaron a moverse con facilidad por todos los géneros de la actuación.
Sus relaciones nunca fueron al azar, siempre con hombres de gran talento, al que apreciaba más que al físico, y su rebeldía contra lo establecido la llevó a ser una feminista antes de que la nominación misma existiera.
Cada actuación la vivía a fondo, con tal dedicación que, como mencionó alguna vez, se veía en los ensayos confrontando sus propios demonios. Todas estuvimos representadas en alguna de sus interpretaciones, la última de las cuales fue The talent of my friends en 2015 a los 87 años.
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