Maduro es torpe y hasta risible. Antes –cuando cumplía funciones de canciller y aparecía detrás de Chávez en las fotos–, tenía menos peso y un gran áurea de diplomático equilibrado. Ahora nadie se quiere acordar que incluso muchos antichavistas lo ponderaron como sensato, con una gran claridad política internacional y menos ligado al carisma y al tropicalismo gubernamental de Hugo Chávez. Así es la historia. Tramposa. Como el resultado fue otra cosa, ahora todos acuden al pasado para encontrar los antecedentes de lo que ya saben que sucedió. Para el presente Maduro era torpe desde el principio.

Pero si Maduro es torpe, no hay torpeza mayor que la de la oposición. Llevan años en el desacierto y en la invención de estrategias –la mayoría de ellas a través de chistes de redes sociales y el apoyo de políticos en los países vecinos– para demostrar la mediocridad de Maduro que no han tenido tiempo de fijarse en la propia. No hay una oposición ni unida ni sistemática ni sostenida. Capriles estuvo un tiempo considerable, pero ya la mayoría no tiene en la retina ni en la cabeza los tiempos de su gorra patriotera y raída. A veces aparece, saluda tímidamente, y opina con cautela sobre las acciones de los nuevos paladines de la oposición.

Cuando habla, Guaidó mueve teatralmente las manos pero no mueve a la gente, mucho menos a las fuerzas armadas. Imprudente es poco lo que se puede decir de su acción de liberar a Leopoldo López y convocar a la rebelión. No se puede jugar con tanta irresponsabilidad con la vida de la gente. Mientras los periódicos del mundo se llenaban de titulares inflamatorios, en un puente de Caracas cuatro gatos estaban listos para tomarse el poder. El mundo se cansó de ver las imágenes de unos “niños” mal armados, con una banda de color azul que no sabían dónde ponerse, unas cuantas ametralladoras y escasa munición revuelta con algunos plátanos verdes. Verdes, ni siquiera podían consumirlos en la espera porque no estaban maduros. La escena es bien diciente y refleja el absoluto descreimiento en lo que se está haciendo. El soldado o los soldados que pusieron las balas en los guacales de mercado junto a los bananos quizá pensaron: ahora que dejemos esta farsa seguramente nos tocará volver a la casa y por lo menos nos llevaremos algo de vitualla para espantar la cotidiana escasez.

La oposición en Venezuela no madura ni con todo el apoyo internacional. Sigue verde. ¿Qué quería Guaidó? ¿Que las fuerzas armadas con todo su poder salieran a las calles y masacraran a unos cuantos chicos mal parapetados en un puente?, ¿fundar un martirologio a costa de la vida de ellos? ¿Darle un motivo a los Estados Unidos para la invasión? Definitivamente no se puede ser tan irresponsable. Unos días atrás, desde la frontera, Pacho Santos, embajador de Colombia en los Estados Unidos, acarició a su perrita Mafalda, y con su particular voz lanzó un ataque temerario: “Te quedan poquitos días, Diosdado”.

Venezuela necesita soluciones, y no es Maduro, pero tampoco esta caterva de mediocres, ridículos e irresponsables que parecen estar más verdes que Maduro.

javierortizcass@yahoo.com