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Opinión

Otro ciclón

Quería escribir sobre el Unión Magdalena y su vuelta, después de tantos años, a la primera división del fútbol colombiano, pero me lo impidió otro ciclón. Los estudiantes están en la calle y las autoridades en uniforme y de civil le salen al paso para detenerlos o golpearlos o las dos cosas. La educación pública sigue en crisis. Lastimosamente no son tiempos para la ternura a pesar de alusiones oficiales a los siete enanitos.

Pero seamos justos: el Presidente no solo estuvo en París, en la sede de la Unesco, usando un cuento que tiene a una manzana como protagonista para promocionar su proyecto de economía naranja; también estuvo en el Instituto de Estudios Políticos de París –SciencesPo, como comúnmente se le conoce– hablando sobre los principios y lineamientos en los que se fundamenta su administración. 

Por supuesto, escogió el SciencesPo, una institución fundada en 1872 por Émile Boutmy con el nombre de Escuela Libre de Ciencias Políticas, apenas unos meses después de la Comuna de París, porque en este lugar se entrena a todo aquel que tenga intenciones de ocupar un cargo de poder en la administración política y económica de Francia. Con excepciones, claro está, SciencesPo es el punto de partida para las pretensiones burocráticas y de administración de empresas privadas y del Estado, que luego se complementan con estudios en la Escuela Politécnica y en la Escuela Nacional de la Administración (ENA). Allí no es raro que el rector dé la bienvenida a los nuevos estudiantes diciendo: “Ustedes son la élite de la nación”; de allí salió Macron y gran parte de su bancada. 

Pero esta tradición no le sirvió de escudo a Duque. En el evento, Catalina Toro, una docente de la Universidad Nacional, tuvo el valor de levantarse y decirle al Presidente que era necesario sentarse a hablar con los estudiantes que llevan más de un mes movilizándose en todo el país. Unos días después, Laura Macías, Ricardo Henao y Camilo López, tres estudiantes colombianos de maestrías en el SciencesPo, le escribieron una contundente carta. En ella le dicen que sintieron vergüenza cuando se refirió en su presentación a la admiración que le merecían los colombianos y colombianas que estudiaban en esa institución; vergüenza con los que verdaderamente merecían su atención y admiración: aquellos “estudiantes que en Colombia llevan semanas tomándose las plazas públicas y las calles de manera legítima, y que en no pocas ocasiones han solicitado sentarse con usted para buscar una salida inmediata a la profunda crisis que vive actualmente la educación pública, universal y de calidad en nuestro país”.

Una estudiante y dos estudiantes, quienes seguramente disfrutan cómodamente de sus estudios gracias a su talento y a sus recursos en una institución de reconocimiento mundial, le recuerdan al presidente que la educación es un derecho y no un privilegio. Siéntese con ellos, le dicen, “escúchelos como nos escuchó a nosotros durante la conferencia, escriba el nombre de cada uno de ellos en un papel y reconózcalos, como en aquel auditorio nos reconoció a nosotros”. Y de paso, señor presidente, deme chance a mi de escribir sobre el Unión Magdalena.

javierortizcass@yahoo.com  

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