Carlos Valdés, el director del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, cometió un error: vio una mancha en una toalla y por sus características iniciales creyó que era sangre humana, y él, científico forense, se quedó con esa versión de los sentidos. Aclaremos: el director de la entidad, cuyo solo nombre es de por sí una evocación a la respetabilidad científica, dotada del conocimiento y de las herramientas para hacer las pruebas que determinan la causa de muerte de las personas, mira una mancha y corre a decir públicamente que se trata de sangre humana. Así, al ojo. Como cuando alguien saca una blusa, un pantalón o una camisa del guardarropa y empieza a especular sobre el origen de esa pequeña sombra en su prenda de vestir: ¿será café?, ¿grasa?, ¿salsa de la cena de hace un par de noches?
El problema aquí es que la toalla no hace parte del equipo de baño del director de medicina legal y en materia de responsabilidades va más allá de darle una cantaleta a la persona que trabaja en las labores de aseo de su casa. Se trata de una toalla que es parte de la evidencia para esclarecer la muerte de una persona que le seguía la pista y que presentó las pruebas en su tiempo, al mayor escándalo de corrupción de los últimos años en Colombia y que vincula a Néstor Humberto Martínez, fiscal general de la nación. Allí es donde creo que la cosa va más allá de un simple error o despiste.
Aclaremos: el 26 de noviembre pasado, el laboratorio de Biología Forense de Medicina Legal emitió un informe pericial que envió a la Fiscalía 1 seccional de Funza, donde señalan que la toalla encontrada en la finca de Jorge Enrique Pizano no estaba manchada de sangre humana. Al día siguiente, el pasado 27 de noviembre, Luis González, fiscal delegado para la seguridad ciudadana, y el mismo Carlos Valdés declararon que los resultados encontrados decían que había sangre humana y que pertenecía a Pizano. Lo curioso es que el pasado jueves, cuando Valdés renunció, dijo que del informe que sus subalternos presentaron a la Fiscalía el 26 de noviembre, solo tuvo conocimiento hasta ahora; es decir, el mismo día que dejó el cargo.
Raro que el director de una institución no tenga conocimiento previo de un informe tan delicado. Raro que un hombre con una hoja de vida tan prolífica –especialista en cirugía forense de la Universidad Nacional, funcionario de la Fiscalía durante 13 años, coordinador de la Unidad de Derechos Humanos de la Dirección Nacional de Investigaciones de la Procuraduría General de la Nación, docente, consultor externo– cometa unos errores que resultan increíbles para alguien de su posición y de sus habilidades profesionales.
Aquí hay muchas cosas raras, o quizás normales, dada la forma mafiosa en que se ha manejado este caso. Valdés anunció su renuncia en el bunker de la Fiscalía. Antes se había reunido con el fiscal general de la nación, imaginamos el ambiente de esa reunión. “Soy objetivamente, el único responsable…”, afirmó, “soy el único responsable”, reiteró. Quizá, desde la ventana, el capo controlaba todo.
javierortizcass@yahoo.com
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